jueves, 6 de diciembre de 2018

EL FUEGO Y LA FORJA, PT. 36: INTRODUCCIÓN A LOS SEÑORES DE LA GUERRA

Cerca del risco Ternon, 25 de ashtoven del 605 AR

El hombre hizo una mueca de dolor. La rodillera de su pierna derecha le pinchaba la piel de debajo de la rodilla mientras trepaba por la cuesta empinada. Se detuvo un momento y se apoyó sobre su mano izquierda para ajustarse las correas. Estuvo todo el rato vigilando atentamente para asegurarse de que nadie le hubiese seguido. Alcanzó una curva de la senda situada cerca de la cima de esta colina tan particular y se encontró con un encapuchado que le estaba esperando de espaldas mientras contemplaba las Marcas Petrasangre. Hubo un cambio en su postura, una tensión que daba a entender que sabía que ya no estaba solo. Sin embargo, no se giró. Parecía estar saboreando la luz del sol que caía por las arenas rojas a última horas de la tarde.

El cansado escalador sacó un pequeño cuchillo que llevaba metido dentro de la caña de su bota y agarró con fuerza su gastado mango. Su hoja estaba mellada y apenas podía distinguir el símbolo que tenía estampado en el pomo. Podía sentir bajo sus dedos una forma curvada. Había sido la garra de un halcón, un símbolo que solo se encontraban en los cuchillos de combate del Ejército cygnariano de una era casi olvidada, de hace dos reyes atrás. Lo lanzó para que se clavara en el suelo justo delante del encapuchado.

- Orrik - dijo. - Esta es tu tarjeta de presentación. No esperaba volver a verte tan pronto.

Orrik se agachó para recuperar el cuchillo y lo hizo desaparecer dentro de sus muchas capas de ropa mientras se daba la vuelta. Se retiró su capucha para revelar una cara envejecida y morena, una que insinuaba que el hombre debería haber sido demasiado viejo como para estar marchando a través del desierto.

- Ashet - dijo él. - Te has tomado tu tiempo.

Asheth Magnus se rió entre dientes y dijo:
- Vine tan pronto como pude. No estaba solo y no quería animar a nadie a hacer preguntas.

Orrik hizo un ruido de desaprobación. - Eres demasiado laxo con tus hombres. Deberían haber aprendido a no cuestionar a su comandante.

- Son mercenarios, no soldados. Sé cómo manejarlos. Ahora bien, ¿de qué va todo esto?

El antiguo explorador dudó por un momento y bajó la mirada, como si estuviese eligiendo cuidadosamente sus palabras. Esto no era habitual en él y Magnus tomó nota, sintiendo una mezcla de aprensión e interés.

- Necesito que vengas conmigo. Me han mandado a buscarte.

- ¿A buscarme? - Magnus frunció el ceño con el corazón martilleándole en el pecho. - No me estarás diciendo que...

Esta vez fue Orrik el que se rió (un sonido sin alegría alguna) y negó con la cabeza.

- No, por supuesto que no. Pasará algún tiempo hasta que él marche hacia el oeste, aunque su llegada está mas cerca de lo que podrías pensar. Está empezando. Su ejército está en marcha. El puente sobre el Abismo está completado. Se están construyendo fortalezas y se están despejando los caminos. Ya llegan. Su general quiere reunirse contigo.

Magnus hizo una mueca de desprecio y dijo:
- ¿Y qué? No respondo ante ellos. Dile que se vaya al carajo.

- Dila - le corrigió Orrik. - Ha depositado su confianza en ella, y con razón. Tiene la autoridad absoluta sobre sus ejércitos. Lo que nos espera más adelante será complicado y delicado. Necesitaremos trabajar juntos y a la par, y comunicarnos más regular y directamente.

Magnus estuvo interiorizando esa información durante varios segundos, digiriéndola, considerando el significado de las palabras que no habían sido pronunciadas pero que estaban implícitas. La mueca de desprecio no abandonó sus labios, pero sintió un escalofrío que le recorría la espalda. Había muchos aspectos de esta situación que no le gustaban.

- Preferiría manejar esto como siempre lo hemos hecho. Si hace falta podemos preparar diferentes señales y correos confidenciales.

Una vez más el explorador negó con la cabeza, con una expresión seria y adusta.

- Ha exigido verte. Creo que quiere evaluarte.

- ¿Evaluarme? - preguntó enfadado Magnus. - Llevo viviendo en el exilio más de una década al servicio de nuestro Rey. ¿Quién es ella para exigir nada?

- Es la general elegida para aplastar el oeste bajo su talón - dijo Orrik, con su voz tomando cierta intensidad. - Es la heredera de la casa más grande de su pueblo, legataria de una línea de tiranos que llevan matándose entre sí miles de años. Cuando nuestro Rey se encontró con ellos y les conquistó casa por casa, tribu por tribu, es la única que le combatió hasta detenerle, así que la convirtió en su segunda al mando y la dejó en el este para que preparase su ejército principal. Cuando marchó sobre Corvis y los demás se rebelaron, ella siguió siéndole leal. Ella es alguien a quien te deberías tomar en serio.

Magnus consideró estas palabras y contuvo su enfado, sabedor de que parte de su hostilidad provenía de la indignación que le causaba el que Vinter eligiese a otra persona para que dirigiese a su ejército invasor. Pero los skornes eran un pueblo extranjero, le resultaban extraños y desdeñaban a la humanidad. Habían hecho una excepción especial para el conquistador que había superado a sus mejores guerreros y nunca obedecerían a Magnus. Recordó cuando los vio mientras marchaban sobre Corvis: fila tras fila de soldados blindados y disciplinados, todos ellos acostumbrados a las adversidades del vasto desierto.

- Estás impresionado por ellos - dijo. - Y por ella.

- Son extraños pero merecedores de respeto. Están curtidos y son crueles. Algunos de sus comportamientos son incomprensibles pero saben bien cómo hacer la guerra. Serán un instrumento efectivo en manos de nuestro Rey. Esta general, esta Makeda de la casa Balaash, es formidable.

- Muy bien - dijo Magnus. En realidad, no tenía elección en este asunto. Le irritaba que la orden no viniera directamente de Vinter pero confiaba en Saxon Orrik. - Llévame con ella.

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INTELIGENCIA: SAXON ORRIK

Saxon Orrik estaba entre los aliados más antiguos y versátiles de Vinter Raelthorne. Era un hombre complicado con una historia larga y llena de dolor, conectada con el ejército cygnariano y sus soberanos. Orrik entró en el servicio militar bajo el reinado de Vinter III, donde sirvió durante muchos años con distinción y se hizo un nombre como explorador entre los rangers del Servicio de Reconocimiento. Su carrera llegó a un abrupto fin después de que se hiciera público un escándalo que involucraba el asesinato de civiles khadoranos cerca de la frontera, un crimen que no era raro en esos tiempos pero que se suponía que debía mantenerse en secreto.
Orrik fue expulsado con deshonor y tuvo que soportar varios años difíciles encerrado en una prisión del ejército. Acabó siendo rescatado de un destino muy negro por el siguiente rey de Cygnar, Vinter Raelthorne IV, quien recordaba su servicio y su dedicación. Pronto, Orrik se convirtió en un agente de la Inquisición y continuó siendo leal a Vinter incluso después del Golpe de estado del León. Fue uno de los primeros del oeste en ser contactado por Vinter después de que el ex-rey sometiese a los skornes, fundase su imperio y empezase a planear su regreso. Orrik facilitó las comunicaciones entre Vinter y sus partidarios del oeste, y el antiguo explorador también jugó un papel vital en la guía de los ejércitos skornes a través del vasto desierto Petrasangre para apoyar su invasión.

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Orrik tenía atados cerca a un par de caballos, una visión que Magnus apreció con cierto alivio. Normalmente no le gustaba demasiado cabalgar, pero era mejor que atravesar las arenas cambiantes con su pierna mutilada. Viajaron durante toda la noche.

En los últimos años había llegado a familiarizarse bien con las lindes de las Marcas Petrasangre e, incluso, había llegado a apreciar el risco Ternon, pero era raro que tuviera razones para aventurarse en lo más profundo del yermo. Las Marcas Petrasangre de cerca de la frontera del este de Cygnar y del Protectorado de Menoth eran tierras baldías, pero bastante distintas del desierto que se extendía hasta el horizonte hacia el este. Durante mucho tiempo lo consideró una extensión que solo anunciaba muerte. Solo las tribus idrianas iban voluntariamente hacia el este, y solo cuando estaban preparadas y por rutas que les eran conocidas. Entre sus dunas, desperdigados, se podían encontrar oasis donde la vida florecía, pero Magnus no sabían dónde estaban. Afortunadamente, Orrik se sentía aquí tan a gusto como lo estaría cualquier idriano.

No mucho más tarde del alba llegaron cerca de uno de esos oasis. Múltiples tiendas estaban desplegadas a lo largo de los magros estanques de agua cenagosa, y sus configuraciones y decoraciones les marcaban en seguida como exóticas. Magnus vio las marcas de símbolos skorne que no le eran familiares, todas ellas afiladas y dentadas, como instrumentos diseñados para provocar dolor. Había soldados desplegados alrededor de las tiendas, de pie, atentos y con sus armas dispuestas, pero sin mostrar señales de sorpresa o de alarma por los recién llegados. Un centinela que estaba en una posición elevada cercana asintió a Orrik y les permitió pasar.

Mientras bajaban a pie la cuesta que conducía hacia las tiendas, Magnus atisbó a varias bestias extrañas adornadas con armaduras y encadenadas cerca de la tienda más grande, incluyendo a una enorme criatura bípeda con colmillos y lo que parecían ser dos conjuntos de brazos. Le volvió a recordar lo extraño que era este pueblo.

Magnus preguntó a Orrik:
- ¿Tengo que entregar mis armas? - Levantó su gigantesca mano derecha mecánika, parte de la prótesis que abarcaba todo su brazo. - Sea como sea, esto no va a salir.

- No. Insinuar que no puede defenderse por sí misma sería un insulto grave.

El explorador se acercó y le dijo en voz baja:
- Tienes que tener cuidado. Te consideran un bárbaro y esperan que seas basto, pero su paciencia tiene un límite. Para sus estándares, ella es una alta noble. Una archidómina. Puedes considerarla de la realeza, con todo lo que ello implica. No dudo de que en el tiempo que has fingido ser un mercenario habrás tenido clientes difíciles. Finge que este es uno de esos casos y trágate tu orgullo.

Magnus apretó los dientes y dijo:
- No seré servil. Me da igual cómo se haga llamar.

- Y no deberías serlo. Entre su pueblo, la casta guerrera manda. Se supone que eres un guerrero y deberías comportarte como tal. Sé directo y firme, pero respetuoso.

- Ya me he encontrado antes con los skornes.

Orrik negó con la cabeza. - Con ninguno como esta. Si decide tomar tu vida no habrá nada que pueda hacer para evitar tu muerte.

La afirmación irritó a Magnus. Era un warcaster, algo con lo que nunca habían lidiado antes estos habitantes del este. Aunque no tenía warjacks con él llevaba puesta su armadura, y su turbina arcana estaba cargada y lista. A su espalda estaban su fiable escopeta recortada y Rajaenemigos, su pesada espada mecánika personalizada. No sabía cuantos soldados estaban presentes pero, incluso contando con las bestias encadenadas, estaba seguro de que podía destruir todo el campamento.

Recordó las palabras de Orrik sobre que esta archidómina había combatido a Vinter hasta detenerlo. Era un hecho al que le costaba dar crédito pero sabía lo tonto que era subestimar a cualquier oponente. Y se recordó a sí mismo que, aparentemente, estaban trabajando para el mismo fin.

Avanzaron a zancadas juntos hacia un área abierta despejada en el centro de las tiendas. Un soldado centinela ataviado con una armadura completa de placas y que portaba una larga cimitarra con anillos de bronce se hizo a un lado para dejarles pasar. Al acercarse a él, Magnus se sorprendió al darse cuenta de lo alto que era este soldado ya que le sacaba unos sesenta centímetros de altura y sus hombros eran casi tan anchos como los de un ogrun. Mirando hacia arriba, a su yelmo, el warcaster vio un solo ojo grande y siniestro devolviéndole la mirada. Se dio cuenta de que era un cíclope, no un skorne.

Varias figuras de un tamaño más razonable les esperaban más allá, aunque todos los presentes estaban ataviados con un equipo más ornamentado e intrincado que el de que aquellos que montaban guardia en el perímetro. Era obvio que estos individuos eran de alto estanding, tanto por las marcas y lo intrincado de sus armaduras como por sus posturas y su porte. Obviamente, la que estaba en el centro no era una hembra, al menos a primera vista, aunque podía ver que era delgada, y que su cara era más estrecha e incluso más afilada y angular que la de los demás.

Era la única presente que seguía con su yelmo puesto, cuya parte más alta estaba adornada con un trozo de cabello blanco que le recordaba a la cola de un caballo. A su espalda llevaba fijada una vara con una selección intrincada de espadas y coronada por más sellos skornes. Sus ojos miraban con frialdad a los suyos desde una cara que parecía estar disecada. Combinado con el hecho de que las caras de los skornes siempre eran demacradas y carecían de una nariz que sobresaliese (las aberturas de sus fosas nasales eran claramente visibles), le recordaba a un cadáver.

Al mirarla no vio nada de la duda que a menudo encontraba en los ojos de otros, de aquellos que sabían del poder de los warcasters. Esta mujer estaba completamente relajada. Había algo más en su comportamiento y en la mirada de sus ojos; la sensación de un poder mayor que le hacía sentir un poco incómodo. Sabía que los skornes tenían su propia magia y recordó que le habían dicho que, a menudo, sus nobles recibían instrucción en su uso de manera rutinaria.

Ella fue la primera en hablar, en un idioma incomprensible, dirigiéndose a Saxon Orrik. El explorador se colocó entre ellos para traducirlos, aunque se pusieron a hablar entre sí durante varios intercambios de frases que cada vez se iban calentando más y más. La archidómina estaba inquieta y señalaba en dirección a Magnus. Varios de los demás le estaban mirando con expresiones que daban a entender hostilidad. El oficial subordinado más cercano estaba mirando a Magnus con una intensidad particular y sus dientes puntiagudos se iban asomando a medida que retraía los labios. Hasta teniendo en cuenta las diferencias culturales, no había dudas sobre lo que significaba esa mirada.

- ¿Qué está pasando, Orrik? - gruñó Magnus.

El explorador inclinó su cabeza hacia la archidómina, luego se giró hacia él y le dijo:
- Te estaba presentando y parece que están sorprendidos por tu apariencia. Debería haberlo previsto.

- ¿Demasiado barro en mis botas? Traduce. Necesito oír sus palabras.

Orrik dudó y luego dijo:
- La archidómina Makeda me preguntó "¿esta persona tullida es el valioso agente del Conquistador? ¿Cómo es eso posible?" Sus oficiales expresaron una sorpresa similar. Los skornes no permiten que los discapacitados permanezcan en la casta guerrera. Los soldados que sufren heridas de ese tipo y no pueden recuperarse son degradados a la casta trabajadora. Muchos de ellos se quitan la vida o buscan morir en combate.

- Ya veo - dijo Magnus. No se avergonzaba de sus heridas, solo sentía una rabia vieja pero que no disminuía. Reprimió esos sentimientos. - Ofrece mis respetos a la archidómina Makeda de la casa Balaash. Agradécela que se tomase tiempo para buscarme. Dila que estoy dispuesto a hacer mi parte para ayudar en las futuras operaciones.

Ella escuchó impasiblemente mientras Orrik relataba sus palabras pero sus ojos nunca dejaron a los de Magnus. Sentía que le estaban tomando la medida y le estaban encontrando insuficiente. Le molestaba, y le tocaba en hueso. Sabía que, en realidad, no importaba lo que los skornes pensaban de él, excepto porque ella era la elegida de Vinter (y, quizás, su favorita). Como Magnus lo había sido hacía tiempo.

Le distrajo el oficial de su izquierda, quien hizo un gesto brusco y se acercó a Magnus hablando con aspereza. Esta vez, Orrik tradujo sus palabras:
- El primus Koris dice "¿este patético tullido nos ofrece ayuda? ¡No permitiré este insulto a la archidómina! ¡Permitidme que le den de latigazos! No es digno ni de ser un esclavo".


Dado que Magnus había sido invocado para hablar con Makeda, esto le pareció una impertinencia indignante al warcaster mercenario. De haber sido humanos, habría esperado que un general encargase una tarea así a un oficial y, sin embargo, la Archidómina estaba de pie como una estatua con sus ojos posados en los suyos. Miró a Orrik y vio que el explorador inclinaba levemente su cabeza, con los labios apretados. Estaban intentando colocarle dentro de sus castas. ¿Era un esclavo o un guerrero?

- Archidómina. - dijo, avanzando hacia el skorne enfadado - ¿este soldado es vital e irremplazable para sus planes de invasión?

Incluso antes de que Orrik hubiese terminado de traducir, el primus Koris había desenvainado una de sus espadas y tenía su mano en la empuñadura de la otra. Apuntó el arma desenfundada hacia la garganta de Magnus y gritó una única palabra. Magnus se detuvo y miró a Makeda.

Ella habló y los ojos de Koris se abrieron como platos. Orrik tradujo: "nadie es irremplazable".

- No soy un tullido - dijo Magnus con calma al oficial que estaba delante de él.

Cogió la hoja extendida con su mano derecha metálica y enorme, y la estrujó hasta romper la espada en una lluvia de fragmentos afilados, varios de los cuales perforaron la cara del Primus.

Koris desenfundó la segunda espada con una velocidad impresionante y lanzó un golpe contra el costado del warcaster, buscando el punto debajo del borde de su placa pectoral y de las tuberías de metal allí fijadas. Magnus ya estaba llevando su mano viva hacia Rajaenemigos y usó su poder interior para mandar energía a su turbina arcana, haciendo que el campo de fuerza que le rodeaba brillase hasta tener una intensidad cegadora, a la vez que daba un pequeño paso lateral. El golpe del skorne causó una rociada de chispas y una luz titilante al ser desviado.

Magnus liberó a Rajaenemigos y lanzó un golpe descendente con ella, no sin antes de pulsar el interruptor que potenciaba su filo con fuerza cinética. El Primus era hábil y rápido, y consiguió recuperarse de su golpe fallido a tiempo de levantar su espada para bloquear a su cuchilla más pesada, pero su metal no era suficiente como para aguantar un golpe potenciado. Se produjo otro destello de luz y un tañido metálico cuando la espada se partió por la mitad, y casi treinta centímetros de la hoja y su punta acabaron dando vueltas en algún lugar de la tienda. Rajaenemigos se estrelló contra el borde interno de la enorme hombrera del Primus para acabar enterrándose profundamente en su pecho, habiendo atravesado su armadura sin ninguna dificultad. Fue un golpe poco elegante y basto, pero Koris hizo un ruido como si se estuviera ahogando y murió de pie. Magnus tiró de la espada para liberarla dejando salir un chorro de sangre y vísceras.

Varios de los más cercanos habían desenfundado sus propias espadas y estaban situados en posturas de combate. Magnus bajó su hoja ensangrentada y alzó su brazo mecániko, reuniendo su poder y preparándose para desatar la destrucción sobre ellos si era necesario. Una runas brillantes empezaron a formarse alrededor de su mano de metal mientras que docenas de piedrecitas comenzaban a vibrar a su alrededor y a alzarse por los aires.

- ¡Basta! - la voz de Makeda dio la orden en un cygnariano con fuerte acento, para su sorpresa.

Magnus dejó caer su brazo y dejó que la magia que había reunido se dispersase en el aire, a su alrededor. Los otros oficiales retrocedieron y envainaron lentamente sus armas. Makeda extendió una de sus manos y, mientras unos sellos dorados aparecían dando vueltas alrededor de su torso, un humo negro se dirigió hacia el Primus caído. El cuerpo del primus Koris se sacudió y convulsionó y, al cabo de unos instantes, tomaba aire profunda y trabajosamente antes de colocarse en una posición agachada. Makeda le dijo varias palabras y señaló bruscamente a algo detrás suya. Él se postró para luego salir corriendo en esa dirección, evitando mirar a Magnus.

El warcaster se giró para encarar a la Archidómina. Le ofreció una profunda reverencia. Ella le habló directamente, rehuyendo su lengua nativa y la necesidad de traductores.
- Apartemos a un lado cualquier duda que tengamos el uno sobre el otro, Asheth Magnus, guerrero del oeste. Debemos hablar de la inminente invasión.

El warcaster inclinó aún más su cabeza y se volvió a erguir, aprovechando un momento para cruzar su mirada con la Saxon Orrik, cuya expresión daba a entender que él también estaba sorprendido, ya fuese por la facilidad que tenía con el idioma o por su capacidad de restaurar a la vida a un oficial muerto. Quizás por ambas. Magnus consideró que, efectivamente, nunca se había encontrado a una skorne como esta.

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REPERCUSIONES: MAGNUS Y MAKEDA
La colaboración entre Magnus y Makeda no duraría demasiado, pero sirvió para cambiar el curso de la historia, tanto como para el Imperio Skorne como para todos los reinos y pueblos del oeste. En los meses siguientes, la archidómina Makeda y su Ejército de la frontera occidental se dedicarían enteramente a su invasión, moviéndose para asegurar localizaciones estratégicas en las Marcas Petrasangre en las que construir fortificaciones y coordinando el resto de las infraestructuras requeridas para apoyar a su ejército desde miles de kilómetros de distancia de su hogar. No sería hasta finales del 606 AR que la invasión empezaría en serio. En esos momentos, Magnus servía como un importante punto de contacto para la gran (aunque reservada y paranoica) conspiración de los leales a Vinter. Usó sus contactos como mercenario para empezar a reunir su propio ejército pequeño a la vez que, cuando le era posible, obraba contra el rey Leto y el Ejército cygnariano, creando oportunidades que los enemigos del reino pudiesen aprovechar.
No pasaría mucho tiempo tras su reunión con Makeda antes de que Magnus oyese los primeros rumores de un asunto que acabaría poniendo a prueba su lealtad hacia Vinter: la posibilidad de que hubiese un descendiente con vida del ex-rey. Un hijo cuya existencia ofrecería un sucesor alternativo para el trono cygnariano. Magnus entraría en un juego mortal de espionaje y asesinato contra el general explorador Bolden Rebald y Allister Caine para encontrar y poner a salvo a los inquisidores que supiesen la localización y la identidad de este heredero potencial.

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