viernes, 1 de junio de 2018

EL FUEGO Y LA FORJA, PT. 13: TENGO UNA PISTOLA ARCANA Y NO DUDARÉ EN USARLA

Riversmet, norte de Llael, 3 de trineus del 605 AR

Los edificios del norte de Llael tenían cierto encanto rústico y, tras haber pasado varias noches sin dormir descansando entre la nieve y sin una hoguera que les confortase, Riversmet casi parecía un lugar cálido y acogedor. A pesar del calor proporcionado por sus pesados abrigos, todos ellos estaban temblando, con los dientes apretados para evitar que castañeteasen. La cálida luz proveniente de algunas de las ventanas situadas sobre los ríos y sus puentes era una trampa engañosa.
INTELIGENCIA: TENIENTE CAINE
En Cygnar, los hechiceros de guerra en entrenamiento son nombrados tenientes durante sus tours de prueba y son promocionados a capitanes cuando son reconocidos como hechiceros de guerra de pleno derecho. Durante muchos años la única excepción fue el teniente Allister Caine, quien tuvo la desafortunada distinción de haber sido degradado por conducta inapropiada para un oficial apenas unas semanas después de obtener su insignia de capitán. Esta fue solo una de muchas manchas en su historial, entre las cuales pronto se incluyó una acusación de asesinato en Bainsmarket. Este crimen atrajo la atención del general explorador Bolden Rebald, quien encubrió el asunto y reclutó a Caine como agente del CRS. Ser un teniente de rango bajo con reputación de insubordinado demostraría ser una ventaja en sus trabajos secretos.

Nada le habría gustado más al teniente Allister Caine que colarse dentro de la ciudad, encontrar una taberna con un buen fuego y poner sus pies cerca de la chimenea. Pero, por desgracia, la ciudad estaba ocupada y tenía la sensación de que todos los salones comunales estarían dando cobijo a unos cuantos guardias de invierno. Y que las tabernas con mejor pinta tendrían colmillos de hierro en su lugar. Algunos de los edificios más cercanos mostraban signos de la batalla: grietas y agujeros de las balas que habían rebotado en las piedras o que habían perforado la madera. Vio varios que parecían haber quedado reducidos a escombros, quizás destruidos por el fuego de los morteros. Los soldados khadoranos que montaban guardia en lo alto del puente más cercano eran claramente visibles. El grupo de Caine había visto una antigua aduana de tamaño considerable al otro lado del puente que, probablemente, había sido convertida en los barracones de los nuevos dueños de la ciudad.

- Teniente, estoy viendo por lo menos un problema - dijo el sargento Vester en voz baja. - Parece que aquí hay más khadoranos que nosotros. Y por un amplio margen, diría yo.

Caine se rió por lo bajo y dijo: - La pregunta es, ¿hay más khadoranos que balas hemos traído? Porque eso sí que sería un problema.

Vester se encogió de hombros. - Llevamos un montón de balas.

- Entonces creo que vamos bien - dijo el hechicero de guerra sonriendo. - Simplemente, no falléis al disparar.

- Ese es vuestro problema - dijo el sargento mayor Bastion Falk, sopesando con ambas manos la enorme escopeta incrustada de runas que era su arma preferida. - Solo podéis disparar a los rojos de uno en uno. Si esperáis a que se junten me puedo ocupar de todos a la vez.

- Esa cosa... - siseó Vester con desaprobación, mirando fijamente el arma.

- ¿Tienes envidia? - preguntó Falk. Él y Caine intercambiaron una mirada de complicidad. Falk era un mago pistolero con una extensa experiencia en combate, incluso comparándola con la de los demás veteranos que Caine había traído consigo. Caine era bastante mayor que los demás, pero ellos dos habían pasado algún tiempo juntos en la Academia de la tempestad. Caine había sido enviado allí relativamente tarde y Falk cuando era bastante joven. Habían tenido sus broncas pero acabaron haciendo buenas migas.

- Bah, - se mofó Vester - puedes quedártela. No es una pistola arcana de verdad. No me verás yendo por ahí con una de esas.

- Eso es porque no tienes lo que hay que tener para cargarla. - dijo Caine. -  A Falk se le da bien.

- ¡Silencio! - susurró Hullerson. La flaca morridana estaba agachada cerca de la orilla del río. Había servido en los exploradores antes de que se manifestase su don arcano y aún conservaba algunas destrezas útiles, además de un catalejo que se le "había olvidado" devolver. Lo tenía en la mano y estaba oteando el puente más cercano. - Las patrullas han salido.

Caine le dio un codazo a Falk y señaló con la cabeza al bosquecillo que habían usado para cubrirse y llegar desde el sur hasta la calle principal de Riversmet. - Volveremos en un rato. - les dijo a los demás. - Tenedles vigilados.

- Me alegro de que pudieses unirte a mi en este asunto. - Dijo al sargento mayor una vez estuvieron lo bastante alejados. - Veamos si podemos hacer un plan que mantenga con vida a los nuestros.

Falk asintió con la cabeza. - Pensaba que la 13ª negra se nos iba a unir. - Dijo. -  Nos vendrían bien.

Caine puso un dedo delante de sus labios. - Se supone que no debemos hablar de ellos, ¿recuerdas? Tienen otro encargo. Además, creo que no le gusto a Lynch. Aunque debo reconocer que tiene sus razones. - Sonrió y miró otra vez al puente. - Pero esta sería una operación muy de su tipo.

- Tienes la mala reputación de volver como único superviviente de misiones como esta - dijo Falk con una expresión neutra. - Le dije a Durden que volvería. No me dejes por mentiroso.

Caine se rió y movió la cabeza de izquierda a derecha. - Intentaré que no pase. ¿Sigues con Durden? ¿Está en Northguard?

El otro mago pistolero lo negó con expresión de tristeza. - Ahora está en Merywyn. Arreglando siervos de guerra para el asedio, estoy seguro. Se presentó voluntario para estar entre los que marchan con Nemo.

- Así que los dos estáis arriesgando vuestras vidas. Eso es duro. Haré lo que pueda para que vuelvas, aunque no creo que necesites mi ayuda. Eres mucho mejor mago pistolero que yo, Falk. - Viniendo de cualquier otro eso podría haber sonado como un falso cumplido, pero Caine lo decía en serio. Falk era especial, el tipo de mago pistolero que tenía tanto poder en bruto que había fundido varias pistolas arcanas en la academia. Incluso se había hablado de hacerle erudito. Caine era bueno, pero a nadie se le había ocurrido proponerle para ese rango.

- Pero yo no soy hechicero de guerra. - Dijo Falk. - Mi armadura no puede parar el disparo de un trabuco.

- La mía tampoco. Si te pasa eso sugiero que te apartes. - Dijo Caine. - ¿Qué me aconsejas? Si es posible preferiría encargarme de esos gilipollas poco a poco. Nos movemos rápido, tomamos el primer puente, entramos en el centro de la ciudad, nos escondemos y luego volvemos a atacar. Creo que podemos causar un buen revuelo. Me sé unos cuantos fallos en su seguridad. Podemos encargarnos de los grupos de rojos uno por uno. Pero este primer asalto a la guarnición del puente va a ser difícil y nos dejará expuestos a un contraataque.

- No creo que haga falta que nos compliquemos - dijo Falk mirando al puente, el más pequeño de los tres de Riversmet. - Distracciones. Necesitamos a alguien para que quede como un idiota y atraiga su atención para que el resto de nosotros podamos entrar en el puente desde abajo y hacer limpieza. Lo único que necesitamos es darles tantos problemas que no se den cuenta de los pocos que somos. Luego nos esfumamos antes de que lleguen sus amigos.

Caine resopló. - ¿Y por qué me parece que esta noche voy a ser el idiota?

Falk sonrió y dijo: - eres el único que puede esquivar balas. Me parece lo justo.

INTELIGENCIA: MAGOS PISTOLEROS
El pequeño pero impresionante colectivo de magos pistoleros es un avance relativamente reciente y una extensión de la hechicería militar aplicada a las armas de fuego. Son letales combatientes que emplean armas con runas incrustadas llamadas pistolas arcanas, que están hechas de aleaciones tratadas para soportar el calor generado por la magia. Sus hechizos también les otorgan una flexibilidad táctica mayor que la de la infantería ordinaria.
Las dos naciones con tradiciones de magia pistolera son Llael y Cygnar. Originalmente, los magos pistoleros de Llael se organizaron para formar la Orden de la rosa amatista, muchos de los cuales se unieron a la Alta guardia real para proteger a su rey. La orden cayó en desgracia tras la muerte del último rey llaelés y, tras la Guerra llaelesa, los restantes formaron un grupo vindicativo llamado la Espina. Los magos pistoleros de Cygnar hace tiempo fueron una sociedad secreta llamada la Hermandad de la tempestad. Durante la infamia de la inquisición del rey Vinter IV, el General Señor de la Guerra del Reino protegió a estos magos pistoleros autorizando la Orden militante de la Tempestad arcana como rama oficial del ejército.

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Todos los magos pistoleros que Caine había seleccionado para esta expedición eran veteranos de muchas batallas, y cada uno de ellos había demostrado ser un tirador hábil y un miembro digno de la Orden militante de la Tempestad arcana. Un par habían desarrollado talentos más inusuales, muchos de ellos trucos menores que, de vez en cuando, resultaban ser útiles. Por ejemplo, a veces, Hullerson podía silenciar sus disparos siempre y cuando se le diese tiempo para concentrarse y no hubiese demasiadas distracciones. Esto era mucho pedir en los campos de batalla, lo que hacía que la habilidad fuese menos útil de lo que parecía, y más teniendo en cuenta que Hullerson no quería ser una asesina.

Una patrulla de guardias del invierno que daba un paseo tranquilo por el lado sur del puente mientras echaba un ojo a la carretera fue sorprendida cuando uno de los suyos salió volando de repente por un lado. Fue como si una soga invisible le hubiese enganchado y tirado de él, arrojándole limpiamente por el borde. Cayó emitiendo un aullido de sorpresa hasta que chocó con las rápidas aguas del río.

Los guardias restantes gritaron y corrieron hacia la barandilla, claramente alarmados pero también confundidos. No se había oído ningún disparo y con la oscuridad no podían ver que el hombre estaba desangrándose en el río. Uno de entre ellos (un sargento) gritó unas cuantas órdenes y mandó a un subordinado a los barracones a toda prisa, quizás para que trajera una cuerda. Un par de patrullas que pasaban cerca oyeron la conmoción y se acercaron. Se produjo un intercambio de gritos.

Entonces, un segundo khadorano salió volando. La concentración de Hullerson debió fallar, ya que esta vez se oyó un tiro seguido por un trueno cuando la bala cargada alcanzó por detrás al khadorano y le tiró también al agua. Los gritos y órdenes cambiaron, y más guardias de invierno subieron a toda prisa al puente empuñando rifles y trabucos. Dando muestras de una alta disciplina, aquellos situados al frente se pusieron a cubierto en el parapeto del puente, apuntando hacia donde creían que había venido el disparo. Estaban mirando más o menos en la dirección correcta pero Caine pensaba que era muy improbable que diesen a Hullerson, especialmente si se había movido después de disparar.

Ya había comenzado el jaleo, y eso quería decir que había empezado a correr el tiempo hasta que más rojos llegasen para reforzar la posición. El eco de los sonidos de esos disparos se oirían por todo el área, quizás algo amortiguados por el ruido de las aguas pero seguro que no ahogados del todo.

Caine miró desde la oscuridad, cerca del río, y esperó hasta que más soldados hubiesen salido para tomar posiciones de tiro a lo largo del puente. En ese momento reunió su poder. Tiró de la realidad, rasgando un agujero en el que podía entrar. Sintió una sacudida y el mundo se reafirmó en una nueva configuración, ya que, con un destello, había aparecido detrás de los guardias de invierno. Sus pistolas Spellstorm estaba listas: dirigió el cañón de una a un oficial que ladraba órdenes desde detrás de los demás. Cuando el hombre abrió la boca para hablar Caine disparó y su bala alcanzó al khadorano en la parte de atrás de la cabeza convirtiéndola en una ruina. Su siguiente disparo dio a un teniente cercano en la garganta mientras el oficial estaba apuntando su rifle hacia la oscuridad del otro lado del puente.

Un fornido soldado, que era el más cercano a Caine, dio un grito de sorpresa y se giró, dándose cuenta de que su enemigo estaba justo a su lado empuñando unas pistolas luminosas. - ¡Aquí! ¡Uno de ellos está aquí! - gritó en khadorano, y los otros se giraron alzando sus armas.

Varios de los más próximos fueron lo bastante sensatos como para disparar de inmediato, aunque se habían movido demasiado rápido como para haber podido apuntar bien. Desde la perspectiva de Caine era como si el tiempo se hubiese ralentizado en respuesta a su magia, la cual también difuminaba su forma, dándole tiempo para apartarse limpiamente dando un paso a la izquierda y dejando que las balas se estrellasen en el muro de la guarnición, al lado de la puerta por la que habían salido.

Rodó hacia la derecha cuando más soldados dispararon en su dirección con una descarga de tal intensidad que se empezaba a quedar sin sitios donde poder esquivar con seguridad. Disparó dos veces más alcanzando a los dos guardias más cercanos y luego se agachó tras la cobertura de la esquina de piedra de la guarnición. Por lo que se oía dentro, venían aún más hombres.

Un destello iluminó la escena desde encima del tejado, marcando a todos los soldados de las cercanías. Caine maldijo entre dientes y se concentró para contactar con sus siervos de guerra. Tenía cerca un poderoso Defender y dos Sentinels más pequeños. Estos últimos llevaban ametralladoras que le vendrían bien contra la guarnición de la ciudad. Estaban demasiado lejos como para poder controlarlos directamente, ya que los había dejado atrás porque era probable que los vigías khadoranos les viesen u oyesen y arruinasen el factor sorpresa de su ataque. Los llamó mentalmente, diciéndoles que corrieran hacia el puente tan rápido como pudieran. No tuvo que ordenarles que dispararan a cualquier enemigo que vieran ya que sus córtex avanzados de grado militar podían distinguir a amigos de enemigos. Ya sabían qué hacer con sus armas.

Ahora que la guardia de invierno estaba más que distraída, los demás magos pistoleros hicieron su primer movimiento. Habían estado agachados debajo de la otra punta del puente, apretujándose contra las piedras, pero ahora corrían hacia terreno abierto. Caine vio que Falk fue el primero en salir, su escopeta cubierta de runas brillando mientras gruñía y disparaba. Cada vez que tiraba del gatillo salía de su arma un chorro de balas cargadas de energía que daban muerte a varios soldados khadoranos situados en un amplio rango. Las postas de metal brillante estallaban formando una ducha de fuego que se extendía hasta varios enemigos más, barriendo a casi la mitad de los que estaban en el puente. Era un despliegue impresionante y horrible a la vez.

Los demás magos pistoleros unieron sus ataques al de él y, pronto, rayos de fuego azul golpearon con puntería infalible a los guardias. Cuando aquellos que estaban más cerca suya se giraron para enfrentarse a esta nueva amenaza, Caine se asomó por la esquina para dispararles. Un anillo de runas rodeó su pistola derecha al mandar una potente ola de energía enfocada a un fusilero que no estaba lejos. Se produjo un fuerte ruido, similar a un trueno, y el hombre salió volando hacia atrás, chocándose contra varios otros que cayeron rodando del puente hacia las voraces aguas del río.

Sus Sentinels ya se habían acercado lo suficiente como para poder contribuir a la batalla, disparando por encima de las cabezas de los magos pistoleros que estaban al otro lado. El sonido de sus ametralladoras girando cada vez más rápido era reconocible y terrorífico para los khadoranos (o eso esperaba Caine). Las balas se estrellaban contra las piedras del puente y enviaban chorros de sangre por el aire al impactar en carne. Uno tras otro, los guardias de invierno iban cayendo y quedándose inmóviles. Falk gritó que avanzaran y corrieron atravesando el puente, disparando mientras lo hacían. Más khadoranos cayeron desde el tejado de la guarnición donde se escondía Caine.

El hechicero de guerra oyó el sonido de docenas de botas a la carrera, y se giró para ver a toda una nueva escuadra de guardias de invierno corriendo en su dirección con sus armas preparadas. Apretando los dientes y esperando que su forma estuviese lo bastante desdibujada como para confundirlos, atravesó a toda velocidad el espacio que les separaba, yendo directamente hacia ellos. Se acercó lo suficiente antes de que pudiesen reaccionar; pudo ver cómo los ojos del oficial situado al frente se abrían de par en par al ver el azul de Cygnar. Caine invocó todo el poder contenido en su ser y desató la vorágine.

El poder le llenó, haciéndole brillar. También aparecieron runas flotando a su alrededor y se levantó un viento antinatural. Su cuerpo se elevó ligeramente por los aires y empezó a girar. El mundo se había ralentizado hasta casi detenerse. Pulsos de energía azul estallaban desde sus Spellstorms al disparar una vez, y otra, y otra, cada bala impactando infaliblemente a un guardia tras otro. Sus pistolas se calentaron de manera incómoda, saturadas por un calor intenso que podía sentir incluso a través de sus guantes. El metal de sus cañones se puso de color naranja, como si los hubiese dejado en una forja. Entonces, el trance se desvaneció y sus pies volvieron a tocar el suelo. La luz de su magia disminuyó de intensidad, pero no sin haber iluminado antes a casi dos docenas de cadáveres situados ante él. Repentinamente le sobrevino una oleada intensa de fatiga.

- Muy bonito, teniente - dijo Falk con guasa mientras que él y los demás magos pistoleros se acercaban. Por detrás de ellos se oían a los siervos de guerra: los Sentinels eran los más cercanos y el Destroyer estaba muy por detrás, cruzando aún el puente. Su cañón sonaba con fuerza cada vez que disparaba contra los objetivos distantes situados en la orilla del río.

- Vendrán más del mismo sitio de donde salieron estos - dijo Caine. Pudo oír motores de vapor y supo que los rojos también tenían siervos de guerra, los cuales estaban avanzando pesadamente hacia el origen de la conmoción. - Necesitamos irnos de aquí, hacia las calles. Seguidme y no disparéis. Allí donde vamos habrá civiles. Que los siervos de guerra nos cubran las espaldas.

El sargento Vester recargó su pistola y asintió con la cabeza. - Me alegro de oír eso, señor. ¿Iremos a dar una cálida bienvenida a los profesionales que guardan el puente oriental?

- Suena delicioso - respondió Caine con una sonrisa. - ¡Es la hora de desatar la Tempestad! Al alba no quedará ni un rojo vivo en esta ciudad. - Sus hombres sonrieron como lobos, y se sintió aliviado al ver que estaban preparados.

No lo dijo en voz alta, pero Caine sabía que, sin importar sus victorias, eran muy pocos para tomar Riversmet durante mucho tiempo. Sabía que los generales tenían la intención de mandar tan pronto como fuera posible todos los soldados de los que pudiesen prescindir. Pero había aprendido que no podía contar con promesas como esa. Aceptó el leve asentimiento de reconocimiento de Falk y se pusieron en marcha, yendo a paso ligero hacia los callejones de la ciudad ocupada.

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REPERCUSIONES: RIVERSMET
Tras la segunda batalla de Riversmet, Cygnar pudo mantener el control de la ciudad durante siete semanas, bastante más de lo previsto, sobre todo gracias a los esfuerzos de los llaeleses armados que se unieron a la causa. Lo más significativo es que se les unieron profesionales de la Orden del crisol dorado que estaban acuartelados en Leryn, una ciudad fuertemente fortificada del nordeste. El Asedio de Merywyn seguía manteniendo ocupado a la mayor parte del ejército cygnariano situado en Llael, y solo pudieron mandar refuerzos limitados a Riversmet. Sin embargo, la Guardia del crisol marcó la diferencia, llegando en grandes números y aportando personal y municiones que resultaron ser vitales para la causa.
Juntos, fueron capaces de fortificar el puente occidental y establecer unas baterías de cañones improvisadas en puntos clave para poder disparar a los enemigos que se les acercasen. La mayoría de los khadoranos estaban trabados en el Asedio de Merywyn y, en un principio, no estaban en posición de expulsar de allí a los defensores. Esto cambió cuando se mandó a Karchev el terrible en el mes de tempen para que se encargase del problema. Decidió dar ejemplo con estos llaeleses para minar la moral de los defensores refugiados en Leryn y desmoralizar a la Orden del crisol dorado. Aunque a estas alturas muchos de los civiles ya se habían ido de Riversmet huyendo de la ciudad tras sus muchas batallas, el hecho de que Cygnar y la Guardia del crisol hubiesen reclamado la ciudad generó un clima de desafío, y una parte importante de la población se quedó. Esto allanó el camino para una de las mayores tragedias de la Guerra llaelesa.

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