viernes, 8 de junio de 2018

EL FUEGO Y LA FORJA, PT. 14: LA HERIDA MORTAL

Visto en retrospectiva podría parecer que el desenlace de la Guerra llaelesa era inevitable, pero aquellos que luchaban para preservar ese pequeño reino no lo veían así. En varios momentos pareció posible detener la invasión khadorana. La rapidez con la que estos avanzaron hacia el interior de Llael les dejaba expuestos a los contraataques y a ser rodeados, lo que evitaría que cimentaran su posición en los territorios conquistados antes de pasar al siguiente campo de batalla.

El Alto mando y el komandante Gurvaldt Irusk demostraron que no consideraban la victoria como algo inevitable. La entrega de Cygnar hacia su aliado, la cual quedó demostrada por la rapidez con la que esa nación reunió a sus ejércitos, representaba una amenaza sustancial. Que la región occidental hubiese sido tomada rápidamente no garantizaba ni el éxito al este del formidable Río Negro ni tampoco la caída de Merywyn, la fuertemente fortificada capital. Era allí donde se decidiría el destino de Llael.

El ejército khadorano estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario para conseguir sus objetivos. Sus despiadadas estrategias dieron lugar a los eventos más infames de la guerra. El 25 de casteus, un día antes de que Merywyn fuese asediada, la komandante Aleksandra Zerkova lideró una terrorífica incursión encubierta a la capital. Esto llegó a conocerse como la Noche de los lobos aulladores. Inesperadamente y bajo la cobertura de la oscuridad, el cuartel general de la Orden fraternal de hechicería de Llael fue aniquilado. Aunque no estaban oficialmente afiliados al ejército, los magi de la organización incluían a varios de los arcanistas más hábiles del reino, muchos de los cuales estaban versados en la poderosa magia de batalla. Esto ya había contribuido a la defensa de Llael, al conseguir infligir un daño importante a las fuerzas que rodeaban la capital.

La destrucción de esas fuerzas fue un duro golpe para la moral de todos los soldados y ciudadanos de la capital. El cómo los khadoranos habían conseguido esta hazaña en una sola noche y sin ser detectados era un misterio escalofriante. La gente que vivía en las vecindades describieron unos sonidos terroríficos que venían del complejo de la Orden fraternal en las horas previas al amanecer. Los investigadores que fueron a esas salas malditas la mañana siguiente se encontraron con una matanza horripilante e inexplicable: cuerpos despedazados y carbonizados por energías inimaginables. Era un tipo de horror ocultista que llevaba sin ser visto desde la invasión Orgoth. Esto demostró lo vulnerable que era la ciudad a las acciones encubiertas de sus atacantes, y marcó el tono del Asedio de Merywyn a partir de entonces.

La necesidad de quebrar la moral de la resistencia llaelesa no se vio mejor en ningún otro sitio que en Riversmet dos meses después. Desde la Segunda batalla de Riversmet, una pequeña fuerza cygnariana llevaba un mes manteniendo el control de los puentes de la ciudad, interrumpiendo con facilidad los suministros que mandaban al Ejército khadorano situado al este del río. Sin embargo, los khadoranos eran estoicos y sobrevivieron realizando incursiones y saqueos. Aún así, ya empezaban a sentir el impacto de la falta de fiabilidad de sus líneas de suministros. Entretanto, Merywyn soportó su asedio, ayudada por el hecho de que los invasores estaban procurando tomar la ciudad intacta si era posible. Durante un tiempo, Irusk pareció conformarse con mantener a los defensores encerrados en el interior y hacer menguar lentamente su resolución mediante una guerra de desgaste y hostigación, mientras que los fusileros y francotiradores de ambos bandos eliminaban a todos los objetivos que podían.


Los regimientos del Ejército llaelés que se encontraban fuera de Merywyn hicieron lo posible para aliviar el asedio. Junto con sus aliados cygnarianos, los llaeleses lucharon varias batallas contra los asediadores khadoranos. La remota ciudad nororiental de Leryn, una ciudad fortificada considerada como prácticamente inexpugnable, fue un faro de esperanza para los defensores. Como hogar de la Orden del crisol dorado y de su fortaleza, Nube de tormenta, y como lugar de nacimiento de la alquimia moderna y de las armas de fuego, Leryn había sido una de las grandes ciudades libres durante la Rebelión Orgoth y una de las primeras en liberarse de los grilletes de los tiranos. Desde Leryn, la Guardia del crisol inició varias misiones para apoyar a los ejércitos llaeleses y cygnarianos, convirtiéndose en una espinita en el costado de los komandantes khadoranos.

Tras evaluar la situación en Leryn, el komandante Iruk puso en marcha un plan taimado, tan inteligente como cruel e inhumano. Mandó una fuerza para arrasar por completo Riversmet el 23 de tempen. Irusk también envió al lord koldun Volkh Lazar junto con tres batallones a Leryn. Este ejército era tan pequeño que era insuficiente para tomar Leryn por la fuerza, pero Irusk no tenía intención de realizar un asedio tradicional. La destrucción de Riversmet había sido planeada (incluyendo el permitir la huida de los atribulados supervivientes) y orquestada con el objetivo de romper la voluntad de la Orden del crisol dorado y de cualquier otro defensor situado al este del Río Negro.

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