jueves, 20 de septiembre de 2018
EL FUEGO Y LA FORJA, PT. 26: EL CISNE QUEBRADIZO
Tras el final de la Guerra llaelesa hubo muy poco tiempo para que las partes involucradas se reagrupasen y reajustasen. Khador no se ablandó, sino que presionó inmediatamente con sus ejércitos para ocupar y asegurar Llael, así como para empezar a asaltar la frontera septentrional de Cygnar. Esta estrategia mantuvo la presión sobre Cygnar, que se acababa de retirar de Llael y esperaba que le dejasen una pausa para lamerse las heridas y hacer recuento de pérdidas.
Este fue un momento glorioso para los khadoranos, ya que celebraban lo que ellos veían como la enmienda de unas antiguas afrentas y la restauración de su gloria como Imperio khárdico. En menos de un año, su Reina se coronaría Emperatriz. Pero para los cygnarianos este fue un tiempo de tribulaciones. Fueron forzados a tragarse la amargura de la derrota en Llael, donde habían fracasado en defender a su aliado.
El ataque cygnariano que envió a sus ejércitos al norte a toda prisa había sido una tarea enorme que involucró el re-despliegue rápido de miles de soldados, afectó severamente a las infraestructuras de la nación y perturbó a sus tres ejércitos más importantes. El Primer ejército de Cygnar, en el norte, fue el más afectado directamente, pero el estrés repercutió también en otros sitios. El Segundo ejército, que protegía Caspia, se vio reducido justo cuando el Protectorado de Menoth declaró su independencia y empezó a atacar con sus fuerzas armadas. Mientras tanto, el Tercer ejército, situado en las afueras de Highgate, se enfrentó a un aumento sin precedentes de las incursiones cryxianas a lo largo de la Costa Rota. En el otoño del 605 AR el reino estaba siendo asaltado por todos lados.
Durante este periodo, el general señor de la guerra Turpin confió más que nunca en los warcasters del ejército para mantener la fuerza defensiva de Cygnar, adaptándola a esta situación que estaba evolucionando tan rápidamente. Que los exploradores realizasen labores de reconocimiento, compilasen sus descubrimientos en informes y los mandasen de vuelta a Caspia para el General explorador, el General señor de la guerra y el Rey llevaba su tiempo. Cuando se terminaban las deliberaciones y se mandaban unas nuevas órdenes la situación en los campos de batalla podría ser ya completamente distinta. Los warcasters tenían que actuar por su cuenta en base a la mejor información que tuviesen, a menudo improvisando. Esto podía hacer que diferentes elementos del ejército operasen descoordinadamente entre sí y respecto a la cadena de mando. Hizo falta la mano firme de expertos veteranos para mantener la calma, el orden y algo parecido a un plan coherente.
Enfrentarse a este reto fue más fácil para unos que para otros. El comandante Coleman Stryker, que tenía treinta años en aquel entonces, ya era un veterano del ejército con doce años de experiencia a sus espaldas, pero aún era demasiado joven para su rango y sus responsabilidades. Servir en tiempos de guerra era muy distinto de servir durante una paz relativa. Antes de la Guerra llaelesa, habían pasado más de veinte años desde que Cygnar viese su último gran conflicto (las Invasiones Scharde, que comenzaron cuando Stryker tenía nueve años y terminaron cuando tenía trece). La carrera de Stryker empezó con el Golpe de estado del León, durante el cual un tirano odiado fue depuesto y reemplazado por un soberano benévolo. Los primeros conflictos militares de Stryker habían sido de pequeño alcance e inequívocos desde un punto de vista moral. Aunque había experimentado de primera mano la muerte y la pérdida, siempre había sido capaz de entender el contexto de dichas muertes y el propósito al que servían. Pero durante la guerra en Llael y sus repercusiones, esto se volvió imposible. Como muchos otros oficiales senior, se vio forzado a enfrentarse al horror de la brutalidad sin sentido perpetrada no por terrores de pesadilla, sino por sencillos hombres y mujeres uniformados.
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