VOLUMEN 1: EL TRAIDOR (por Douglas Seacat)
El fuego y la forja es una serie de artículos que examinan los momentos clave de la historia reciente de Immoren occidental y de los grupos de allí que combaten por la supremacía o la supervivencia. Su intención es permitir a los lectores más nuevos familiarizarse con los sucesos del pasado, y servir como recordatorio y motivación a los lectores más antiguos.
En "La infección también se alza", exploraremos los eventos fundamentales relacionados con el inesperado ascenso del dragón Everblight a la posición de personaje crucial en los conflictos de Immoren occidental. Desde que el dragón consiguió liberarse de su encarcelamiento desafió todas las expectativas y predicciones, y pronto fue percibido como una amenaza única para toda la región.
SEMILLAS DE CORRUPCIÓN
Aunque el 605 AR estaba demostrando ser un año trascendental para los reinos mortales de Immoren occidental, uno de los eventos más importantes de este lapso de tiempo pasó sin ser notado por nadie salvo por los más grandes poderes. Este periodo estuvo marcado, en primer lugar y por encima de todo, por la Guerra llaelesa, la cual ocuparía la primera mitad del año. Los Reinos de Hierro estaban tan preocupados con este conflicto que no se dieron cuenta de que una fuerza nueva y particularmente poderosa estaba re-inventándose a sí misma en el frío norte. Pasarían meses hasta que los gobiernos principales notasen las repercusiones de esto, no digamos de reconocerlas. Incluso cuando se identificó la amenaza, lo más justo sería decir que ninguno de esos organismos de gobierno entendió a lo que se enfrentaban.
Aunque pueda parecer que la emergencia de la legión de Everblight fue increíblemente rápida (un ejército salido literalmente de la nada), en realidad era el germinado de una semilla plantada mucho tiempo atrás. El anteriormente casi desconocido dragón Everblight pereció el 390 AR tras un choque con las fuerzas defensoras de Ios en Yssyrah, una ciudad antaño bulliciosa y vibrante que se convertiría en unas ruinas abandonadas. Miles perecieron en este batalla pero el cuerpo de Everblight fue finalmente derrotado y destruido. Los iosanos sabían que el dragón no estaba realmente acabado mientras su athanc (su piedra corazón) perdurase. La obliteración de una cosa como estaba fuera del alcance de sus poderes y, por lo tanto, los elfos supervivientes sellaron el athanc creando un recipiente protegido con guardas místicas para que sirviese como prisión para Everblight. Finalmente, este fue enviado fuera de Ios y depositado en las altas cumbres montañosas cerca de las cumbres Esquirla donde, con suerte, nadie lo encontraría nunca jamás.
Allí descansó durante más de dos siglos y, durante ese tiempo, parecía que los iosanos habían conseguido su objetivo. Sin embargo, Everblight estaba furioso. Su mente seguía activa y planeaba el momento de recuperar su libertad. Desde antes de su encarcelamiento, Everblight ya había dominado capacidades desconocidas para el resto de la progenie del Padre de dragones, incluyendo la habilidad para crear engendros dracónicos creados deliberadamente para servirle como esbirros o como armas. A pesar de todos los esfuerzos de los iosanos, su mente fue capaz de extenderse más allá de los confines de su prisión y llegar hasta las psiques cercanas más débiles. Sin que sus captores lo supieran, había influenciado a aquellos que decidieron cuál sería su lugar de descanso para quedarse cerca de sus primos del norte, los nyss. Everblight creía que sus conocimientos sobre cómo aplicar su infección a los elfos (obtenidos mediante la práctica durante los siglos que pasó oculto bajo Issyrah) también le valdrían para corromper a los elfos que servían al dios del invierno.
Everblight estaba extremadamente limitado en lo que podía hacer mientras estuviese sellado. Podía extender su conciencia para ver el mundo que estaba cerca de él y, a veces, podía colarse en los sueños de los nyss, pero era incapaz de hacer nada más. Hasta el 605 AR no se le presentó una oportunidad. Un ogrun hambriento que había estado esclavizado y que estaba huyendo de sus captores se acercó lo suficiente como para que el dragón entrase en sus sueños y le presionase, persuadiéndole para que escalase la montaña y rompiese el contenedor sellado dentro del cual estaba encerrado su athanc. Este era Thagrosh, quien se convertiría en el Profeta de Everblight. Su transformación sería el comienzo de una nueva era y representaría un cambio drástico en el modus operandi del dragón cuyo athanc había descubierto. El dragón rechazaría volverse corpóreo y, en su lugar, eligió usar unos agentes que llevasen fragmentos de su ser en su interior. De esta forma, Everblight multiplicó su poder y superó a todos sus hermanos y rivales.
Aunque la llegada de Thagrosh propició la liberación de Everblight, el reclutamiento voluntario de Vayl Hallyr fue lo que tuvo un impacto más profundo en la forma de la legión del dragón. Ella sería quien se convirtiese en la arquitecta de la obliteración de los nyss y en una de las primeras de sus herederas infectadas.
Cabalgó a través de la nieve y el viento, cómoda, sintiendo el aire gélido a su alrededor como si fuera una manta diseñada por ella misma. Su hechicería nacía de un frío como este y extraía fuerza de las láminas de hielo glacial y de los cúmulos de nieve, de un lugar que habría evocado soledad y desesperación en cualquiera de las gentes que vivían al sur de las cumbres Esquirla. Se irguió y mantuvo una expresión que sugiriese una seguridad regia, aunque su mente estaba llena de preguntas. Sabía que su visión profética no era una certeza, sino solo una ocasión de cambiar. Bien podría estar corriendo de cabeza hacia su muerte.
Por delante de ella, la nieve se movió y varias formas reptilianas emergieron sinuosamente del suelo, causando que los ulks que tiraban del trineo se asustasen y se moviesen hacia un lado, uno de ellos andando hacia atrás. Vayl mantuvo la calma y ejerció su voluntad para controlarlos hasta que su plataforma se deslizó ejecutando una parada más controlada.
Las bestias a las que se enfrentaba seguían sus movimientos, fijas y concentradas, siguiéndola con sus cabezas sin ojos y con sus bocas llenas de colmillos afilados abiertas y emitiendo un ligero sonido susurrante. El más cercano avanzó rápidamente hacia ella, moviéndose con un ritmo uniforme sobre sus cuatro patas inferiores, mientras que otro par de miembros más parecidos a unos brazos extendieron sus garras como si quisiera sacarla del trineo. Ella levantó una mano y unas runas brillantes cobraron vida al formarse una lámina de hielo delante de ella, deteniendo la garra de la bestia. Una medida temporal, pero era suficiente para darla un respiro. La boca del monstruo se abrió y una gota de saliva ardiente cayó de entre sus dientes, derritiendo la nieve que había bajo sus pies. Si quisiera, podría obliterar la barrera gélida en un momento.
Vayl se enorgullecía de sus agudos sentidos místicos y, al fijarse en su forma peculiar (un engendro dracónico, sin lugar a dudas) pudo sentir la presencia de una fuerte voluntad. Esta bestia no tenía mente propia pero dentro de ese vacío de pensamientos había algo más grande que vigilaba cada uno de sus movimientos.
- Estoy aquí para negociar - dijo en voz alta, confiando que esta entidad superior la oyese y la entendiese. - Tengo mucho que ofrecer si me perdonas la vida. Mi muerte te aportaría poco. Mi vida, mucho más.
La criatura se quedó quieta un largo rato, lo bastante como para que el hielo que la escudaba se rompiese y cayese sobre el suelo congelado. Ella no se atrevió a mover ni un músculo hasta que la boca colmilluda del engendro se cerró y dio un paso atrás. El otro también retrocedió para que tuviese sitio para pasar. Entonces vio que había más como ellos. Otros engendros dracónicos más pequeños se habían acercado al camino, compuestos completamente por bocas y dientes, cada uno de ellos con un cuerno en lo más alto de su cráneo sin ojos. Muchos más habían llegado volando con alas similares a las de los murciélagos para posarse en las ramas de un árbol marchito que estaba en una cuesta por encima de su posición.
Tragó saliva, pero mantuvo su cara impasible como la piedra al bajar regiamente del trineo y caminar entre ellos, sabedora en todo momento que cualquiera de ellos podría arrancarle los miembros uno por uno. Confiaba en su magia y creía que podía detener a uno o dos de lo más pequeños, pero no eran animales normales que podrían asustarse al contraatacar su presa. Todas estas criaturas se movían con un propósito antinatural y orquestado. Sintió la misma voluntad superior tirando de todos ellos: una mente que se extendía a través de incontables cuerpos vivos, aunque antinaturales.
No tuvo que caminar mucho hasta llegar a la criatura que había visto en sus visiones. Era descomunal y brutal. Un ser musculado de casi tres metros de altura que se encorvaba hacia ella apoyándose sobre una garra enorme. En la otra llevaba un arma ancha con dos hojas y de diseño desconocido. Le salían cuernos de las sienes, y otras protuberancias con forma de púa recorrían su espalda y sus hombros. Sus brazos estaban envueltos en tiras de cuero pero su pecho estaba al descubierto. Una serie de torpes puntos estaban cosidos a lo largo de una abertura que tenía directamente sobre el centro de su caja torácica, y de la cual salía una luz extraña y siniestra.
Sin importar cómo hubiese sido su cara en el pasado, ahora parecía una calavera con ojos negros que la miraban fríamente. Parecía una criatura completamente alienígena, diferente de cualquier raza que hubiese visto antes, aunque reconoció que muchos de los aspectos más raros de su fisiología eran el resultado de una exposición súbita a una infección poderosa. Infección de dragón. Era una aflicción casi desconocida en el norte pero había leído sobre víctimas de cambios como esos entre los nyss de hace muchos siglos, después de que los guerreros de las tribus combatiesen al dragón Haulfang. Muchos de los supervivientes de ese conflicto habían sido transformados para siempre, e incluso sus hijos y nietos habían nacido con pieles escamosas y otras deformidades.
Aunque pueda parecer que la emergencia de la legión de Everblight fue increíblemente rápida (un ejército salido literalmente de la nada), en realidad era el germinado de una semilla plantada mucho tiempo atrás. El anteriormente casi desconocido dragón Everblight pereció el 390 AR tras un choque con las fuerzas defensoras de Ios en Yssyrah, una ciudad antaño bulliciosa y vibrante que se convertiría en unas ruinas abandonadas. Miles perecieron en este batalla pero el cuerpo de Everblight fue finalmente derrotado y destruido. Los iosanos sabían que el dragón no estaba realmente acabado mientras su athanc (su piedra corazón) perdurase. La obliteración de una cosa como estaba fuera del alcance de sus poderes y, por lo tanto, los elfos supervivientes sellaron el athanc creando un recipiente protegido con guardas místicas para que sirviese como prisión para Everblight. Finalmente, este fue enviado fuera de Ios y depositado en las altas cumbres montañosas cerca de las cumbres Esquirla donde, con suerte, nadie lo encontraría nunca jamás.
Allí descansó durante más de dos siglos y, durante ese tiempo, parecía que los iosanos habían conseguido su objetivo. Sin embargo, Everblight estaba furioso. Su mente seguía activa y planeaba el momento de recuperar su libertad. Desde antes de su encarcelamiento, Everblight ya había dominado capacidades desconocidas para el resto de la progenie del Padre de dragones, incluyendo la habilidad para crear engendros dracónicos creados deliberadamente para servirle como esbirros o como armas. A pesar de todos los esfuerzos de los iosanos, su mente fue capaz de extenderse más allá de los confines de su prisión y llegar hasta las psiques cercanas más débiles. Sin que sus captores lo supieran, había influenciado a aquellos que decidieron cuál sería su lugar de descanso para quedarse cerca de sus primos del norte, los nyss. Everblight creía que sus conocimientos sobre cómo aplicar su infección a los elfos (obtenidos mediante la práctica durante los siglos que pasó oculto bajo Issyrah) también le valdrían para corromper a los elfos que servían al dios del invierno.
Everblight estaba extremadamente limitado en lo que podía hacer mientras estuviese sellado. Podía extender su conciencia para ver el mundo que estaba cerca de él y, a veces, podía colarse en los sueños de los nyss, pero era incapaz de hacer nada más. Hasta el 605 AR no se le presentó una oportunidad. Un ogrun hambriento que había estado esclavizado y que estaba huyendo de sus captores se acercó lo suficiente como para que el dragón entrase en sus sueños y le presionase, persuadiéndole para que escalase la montaña y rompiese el contenedor sellado dentro del cual estaba encerrado su athanc. Este era Thagrosh, quien se convertiría en el Profeta de Everblight. Su transformación sería el comienzo de una nueva era y representaría un cambio drástico en el modus operandi del dragón cuyo athanc había descubierto. El dragón rechazaría volverse corpóreo y, en su lugar, eligió usar unos agentes que llevasen fragmentos de su ser en su interior. De esta forma, Everblight multiplicó su poder y superó a todos sus hermanos y rivales.
Aunque la llegada de Thagrosh propició la liberación de Everblight, el reclutamiento voluntario de Vayl Hallyr fue lo que tuvo un impacto más profundo en la forma de la legión del dragón. Ella sería quien se convirtiese en la arquitecta de la obliteración de los nyss y en una de las primeras de sus herederas infectadas.
LA REINA DEL INVIERNO
Cumbres Esquirla, 605 AR
Un par de ulks atravesaron la noche a la carrera tirando del trineo que estaba detrás suya, confiando en su fuerza y su velocidad, así como en su increíble habilidad para encontrar puntos de sujeción incluso en la superficie más resbaladiza. Vayl Hallyr guiaba a estos animales astados y con pezuñas mediante su voluntad. Había predicho el camino a seguir pero aún estaba por ver si se le permitiría alcanzar su destino. Su cara estaba serena pero su corazón latía rápidamente dentro de su pecho, su urgencia reflejando la emoción y el miedo.Cabalgó a través de la nieve y el viento, cómoda, sintiendo el aire gélido a su alrededor como si fuera una manta diseñada por ella misma. Su hechicería nacía de un frío como este y extraía fuerza de las láminas de hielo glacial y de los cúmulos de nieve, de un lugar que habría evocado soledad y desesperación en cualquiera de las gentes que vivían al sur de las cumbres Esquirla. Se irguió y mantuvo una expresión que sugiriese una seguridad regia, aunque su mente estaba llena de preguntas. Sabía que su visión profética no era una certeza, sino solo una ocasión de cambiar. Bien podría estar corriendo de cabeza hacia su muerte.
Por delante de ella, la nieve se movió y varias formas reptilianas emergieron sinuosamente del suelo, causando que los ulks que tiraban del trineo se asustasen y se moviesen hacia un lado, uno de ellos andando hacia atrás. Vayl mantuvo la calma y ejerció su voluntad para controlarlos hasta que su plataforma se deslizó ejecutando una parada más controlada.
Las bestias a las que se enfrentaba seguían sus movimientos, fijas y concentradas, siguiéndola con sus cabezas sin ojos y con sus bocas llenas de colmillos afilados abiertas y emitiendo un ligero sonido susurrante. El más cercano avanzó rápidamente hacia ella, moviéndose con un ritmo uniforme sobre sus cuatro patas inferiores, mientras que otro par de miembros más parecidos a unos brazos extendieron sus garras como si quisiera sacarla del trineo. Ella levantó una mano y unas runas brillantes cobraron vida al formarse una lámina de hielo delante de ella, deteniendo la garra de la bestia. Una medida temporal, pero era suficiente para darla un respiro. La boca del monstruo se abrió y una gota de saliva ardiente cayó de entre sus dientes, derritiendo la nieve que había bajo sus pies. Si quisiera, podría obliterar la barrera gélida en un momento.
Vayl se enorgullecía de sus agudos sentidos místicos y, al fijarse en su forma peculiar (un engendro dracónico, sin lugar a dudas) pudo sentir la presencia de una fuerte voluntad. Esta bestia no tenía mente propia pero dentro de ese vacío de pensamientos había algo más grande que vigilaba cada uno de sus movimientos.
- Estoy aquí para negociar - dijo en voz alta, confiando que esta entidad superior la oyese y la entendiese. - Tengo mucho que ofrecer si me perdonas la vida. Mi muerte te aportaría poco. Mi vida, mucho más.
La criatura se quedó quieta un largo rato, lo bastante como para que el hielo que la escudaba se rompiese y cayese sobre el suelo congelado. Ella no se atrevió a mover ni un músculo hasta que la boca colmilluda del engendro se cerró y dio un paso atrás. El otro también retrocedió para que tuviese sitio para pasar. Entonces vio que había más como ellos. Otros engendros dracónicos más pequeños se habían acercado al camino, compuestos completamente por bocas y dientes, cada uno de ellos con un cuerno en lo más alto de su cráneo sin ojos. Muchos más habían llegado volando con alas similares a las de los murciélagos para posarse en las ramas de un árbol marchito que estaba en una cuesta por encima de su posición.
Tragó saliva, pero mantuvo su cara impasible como la piedra al bajar regiamente del trineo y caminar entre ellos, sabedora en todo momento que cualquiera de ellos podría arrancarle los miembros uno por uno. Confiaba en su magia y creía que podía detener a uno o dos de lo más pequeños, pero no eran animales normales que podrían asustarse al contraatacar su presa. Todas estas criaturas se movían con un propósito antinatural y orquestado. Sintió la misma voluntad superior tirando de todos ellos: una mente que se extendía a través de incontables cuerpos vivos, aunque antinaturales.
No tuvo que caminar mucho hasta llegar a la criatura que había visto en sus visiones. Era descomunal y brutal. Un ser musculado de casi tres metros de altura que se encorvaba hacia ella apoyándose sobre una garra enorme. En la otra llevaba un arma ancha con dos hojas y de diseño desconocido. Le salían cuernos de las sienes, y otras protuberancias con forma de púa recorrían su espalda y sus hombros. Sus brazos estaban envueltos en tiras de cuero pero su pecho estaba al descubierto. Una serie de torpes puntos estaban cosidos a lo largo de una abertura que tenía directamente sobre el centro de su caja torácica, y de la cual salía una luz extraña y siniestra.
Sin importar cómo hubiese sido su cara en el pasado, ahora parecía una calavera con ojos negros que la miraban fríamente. Parecía una criatura completamente alienígena, diferente de cualquier raza que hubiese visto antes, aunque reconoció que muchos de los aspectos más raros de su fisiología eran el resultado de una exposición súbita a una infección poderosa. Infección de dragón. Era una aflicción casi desconocida en el norte pero había leído sobre víctimas de cambios como esos entre los nyss de hace muchos siglos, después de que los guerreros de las tribus combatiesen al dragón Haulfang. Muchos de los supervivientes de ese conflicto habían sido transformados para siempre, e incluso sus hijos y nietos habían nacido con pieles escamosas y otras deformidades.
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INTELIGENCIA: VAYL HALLYRLas tribus nyss siempre han mantenido una jerarquía relativamente simple en la que los ancianos eran venerados y se acudía a ellos en busca de liderazgo. En el caso de los Hallyr, la hechicera de hielo Vayl volvería esta tradición a su favor. Todos los ancianos de la tribu se desvanecieron una noche del 556 AR y sus cadáveres congelados fueron descubiertos más tarde. Aunque no había nada que relacionase directamente a Vayl con estas muertes, los rumores la señalaban como la causante, una sospecha que pareció corroborarse cuando, a lo largo de la siguiente década, utilizó métodos implacables para hacerse con el control de su tribu y eliminar a cualquiera que se le opusiera. Poseedora ya por aquel entonces de una reputación ominosa tras haberse aprovechado de los sacerdotes del templo de Nyssor para adquirir su sabiduría sagrada, se convirtió en una tirana temida en todas las cumbres Esquirla. Sería censurada por sus vecinos tras varios ataques y misiones de incursión lanzados sin provocación previa y, con el tiempo, los Hallyr fueron declarados forajidos. Derrotada por una alianza de tribus no amistosas, Vayl se vio forzada a buscar en otro sitio la forma de adquirir el poder absoluto.
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Vayl era la líder de su tribu y había tomado todo lo que poseía sin piedad y sin preocuparse por los miedos o las preocupaciones de los demás. Reconoció en sí misma el derecho al poder y sabía que su presencia era singular y superior. Nunca se había acobardado ante ningún otro ser vivo. Había sido bendecida con el poder de la hechicería y tenía una aptitud para manipular la magia que sobrepasaba a los simplones del templo de Nyssor, los cuales habían creído ser sus superiores.
Sin embargo, mientras caminaba hacia este ser, podía sentir una sensación de amenaza que se apoderó de sus extremidades, haciéndola temblar y privándola de la capacidad de permanecer en pie. Por un momento, aparecieron puntos de luz en su campo de visión y la escena situada delante de ella pareció desaparecer, como si estuviera envuelta en una oscuridad que lo consumía todo. Vio una forma alzarse por encima de lo tangible y más aún, y un par de alas hechas de sombra que se extendían para abarcar todo aquello que les rodeaba.
Este no era un lacayo del dragón, pensó. El dragón estaba aquí, encarnado y desencarnado a la vez. Sus ojos fueron atraídos hacia la costura brillante del corazón del ser y comprendió que la carne que la rodeaba era irrelevante. Dentro de ese pecho yacía el núcleo del dragón.
- Habla - dijo la cosa infectada con su voz profunda y resonante. Se sorprendió al oír el aeric, el lenguaje de los nyss, pronunciado sin esfuerzo por una cosa como esa. - Debes saber que mi paciencia es escasa.
Tomó aliento y se forzó a levantarse, erguida y orgullosa. - Soy Vayl Hallyr, hechicera y matriarca de mi tribu. He previsto lo que pretendes hacer. Caminarás entre mi pueblo y destrozarás a aquellos que alcen sus armas contra ti. Cuando estén acabados y la voluntad de luchar les haya abandonado, cogerás a aquellos que queden y los reharás a tu imagen.
- ¿Has venido para detenerme? ¿Sola? - su tono sugería incredulidad y diversión.
- No. Más bien lo contrario - Vayl sintió que el viento se revolvía a su alrededor y le animó a fluir para que la nieve formase patrones y ventisqueros. - Todo el poder que he adquirido en mi vida es considerable y lo he obtenido trabajando duro, pero tiene límites y los he alcanzado. Sé que contigo podré trascender a mi mortalidad y mejorar. Estoy aquí para ofrecerte mi asistencia, con la condición de que me permitas unirme a ti.
Avanzó hacia ella y la sensación de amenaza se volvió palpable. El aire se oscurecía a su alrededor y la nieve se fundía bajo sus pies, como si emanase calor al igual que un horno.
- No necesito la ayuda de nadie.
- Necesitar, no - se mantuvo firme y no flaqueó, aunque eso requirió cierto esfuerzo. Permitió que su poder gélido entrase en su cuerpo, llenándola y fortaleciéndola. - Marcharías hacia nuestras tierras con tus engendros a tu lado. No dudo de que con el tiempo tendrías éxito, pero mi pueblo es fiero al defenderse y resultaría en una guerra de desgaste costosa y lenta. Sé muchas cosas que te serían útiles. Sé dónde están las patrullas, qué rutas están mejor vigiladas y cómo obtener acceso por el camino de menor resistencia. Conozco a todas las esquirlas y las familias que están al mando, y cuáles han jurado defender nuestros lugares más sagrados. Hay incontables formas en la que podría facilitar este proceso, y asegurarte salir de este conflicto rápidamente y con los mejores beneficios.
Se le quedó mirando, y había interés en esos ojos negros. Había llegado hasta la inteligencia superior que hablaba a través del bruto. Había avaricia y hambre en sus ojos, del tipo que no buscaba las recompensas que saciarían los apetitos de los mortales. - Quizás - dijo lentamente. - Haya un sitio para ti.
Vayl preguntó:
- Cuando hayas tomado el control de tus esclavos, ¿cómo planeas transformarlos? ¿Mediante qué proceso? - Había visto mucho en sus visiones pero algunas de ellos no habían sido lo bastante claras: imágenes dispersas de su pueblo convirtiéndose en otra cosa. Y, alzándose sobre ellos y entre ellos, unos pocos generales elegidos que, juntos, empuñaban la llama infectada del dragón.
Él se quedó en silencio un rato, como si estuviese ponderando si había alguna razón por la que no debería responder. Entonces habló:
- Sangre. Mi sangre. Es la semilla de su renacimiento. Es la fuente de mis engendros. Con solo la gota más pequeña, muchos seguirán mi llamada. Mis dones se despertarán en su interior. No todos abrazarán este regalo y aquellos que rechacen lo que ofrezco deberán ser sacrificados.
La reina del invierno asintió y dijo:
- Tomaré tu sangre y la llevaré a tu gente. Puedo caminar entre ellos desapercibida y preparar cada cisterna y pozo. Antes de que des un paso entre ellos, antes de que lleves a tus engendros, habrán recibido el don de tu sangre. Tu legión puede alzarse desde dentro, ansiosa y dispuesta, esperando nada más que tu llegada para dar forma a la necesidad que ya estarían sintiendo. Que aquellos que abrazan el cambio eliminen a los que no, liberándote de una tarea que está por debajo de ti.
La bestia se acercó aún más y su boca formó un mohín, o quizás una sonrisa.
- Soy Thagrosh, el profeta de Everblight. Acepto tu ofrenda y tu lealtad.
Con su garra gigantesca, abrió los puntos de su pecho. Aullando de dolor, sacó un cristal brillante que irradiaba una luz plateada y azul que hacía daño a sus ojos y quemaba su carne expuesta, haciéndola apartar la cara. Entrecerró los ojos a causa del brillo pero rechazó apartar por completo la mirada.
Thagrosh recorrió el cristal brillante con el filo de su arma, y este emitió un sonido penetrante y resonante. Una astilla pequeña y afilada como un cuchillo de cristal cayó al suelo entre ellos, siseando sobre la nieve. La bruja no podía apartar su mirada de ella, de lo brillante que era. Le llamaba con una música que le revolvía la sangre. Era el sello de su destino y marcaba la extinción de lo que había sido su gente. No, se dijo a sí misma. Marcaba su renacimiento como algo superior.
Se inclinó y cogió la astilla, sintiendo cómo quemaba la carne de su mano antes de que una onda de choque ígnea sacudiese su brazo y llegase hasta su pecho. Cualquier dolor que sintiese fue ocluido por la vasta presencia que se adentraba en su mente. La mente de Everblight engulló la suya, y se sintió como si estuviese cayendo en las frías aguas de un pozo oscuro y profundo. Podía sentir cómo el dragón registraba su mente como si fuese una bestia voraz, cosechando en un solo instante todo lo que sabía. Todo este tiempo, ella caía dentro de sus profundidades laberínticas, rodeada por miles de años de recuerdos. Se sentía exultante sabiendo que el resultado del trato había sido, por mucho, el mejor.
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REPERCUSIONES: LA CORRUPCIÓN DE LOS NYSSVayl Hallyr jugaría un papel instrumental en el colapso de la cultura nyss, acabando irrevocablemente con la forma de vida de su pueblo y obligándoles a huir de sus hogares ancestrales para convertirse en refugiados. Haciendo uso de su propia sangre, infectada tras aceptar el athanc de Everblight, Vayl envenenó los suministros de agua de las tribus nyss a la vez que proporcionaba a Thagrosh inteligencia vital sobre los defensores de la región. Ayudado por una horda de engendros dracónicos creados con este propósito, Thagrosh barrió las cumbres Esquirla, reuniendo a la legión de Everblight y destruyendo a aquellos que se le opusieron. Aquellos que habían reaccionado a la infección al ser infusionados sus suministros de agua sufrieron una serie de cambios fisiológicos y mentales, volviéndose leales a Everblight y completamente dispuestos a matar a sus antiguos amigos, familia y vecinos que no estuviesen infectados. Cuando por fin se dieron cuenta de la magnitud del peligro, los nyss supervivientes vieron que cualquier intento de salvar a sus tribus estaba condenado y que debían de huir.
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