Leryn, nordeste de Llael, 1 de cinten del 605 AR
Los ánimos estaban de capa caída cuando los oficiales superiores de la Orden del crisol dorado y su Guardia del crisol se encontraron en la sala de reuniones principal de la fortaleza Thunderhead, en Leryn. Era un espacio grande y suntuoso, digno de unos reyes. La mesa grande y gruesa alrededor de la que se sentaban había sido esculpida a partir de una losa de granito con cuarzos incrustados que había sido extraída del cercano monte Borgio. Los muros estaban adornados con frescos y pinturas que representaban la historia de la orden, sobre todo su papel en la invención de las armas de fuego y en el despliegue del Ejército del trueno durante la Rebelión. Las paredes estaban llenas de repisas con retratos y bustos de los antiguos maestros.
La mayoría de los asistentes eran hombres y mujeres ancianos, todos ellos vistiendo las túnicas ceremoniales de su puesto. Muchos habían pasado toda la vida en los laboratorios de alquimia de la orden antes de ser ascendidos a la posición de líderes. Gracias a su trabajo incansable (y, en algunos casos, a su avaricia) la orden se había convertido en una de las organizaciones arcanas/gremio de artesanos más rica de los Reinos de Hierro. Dentro de esas salas se habían descubierto y diseminado innovaciones tremendas, algunas de las cuales habían afectado a todos los aspectos de la vida y la industria de Immoren, desde la metalurgia hasta los tratamientos médicos. A pesar de eso, la mayor parte de su fortuna provenía de la pólvora: la sustancia sencilla pero esencial que servía como combustible para la guerra.
Sintiendo especialmente pesada la carga de su oficio ese día, el aurum magnus Niels Wys miró detenidamente las caras de los allí reunidos y ponderó la larga historia de la orden y cómo había cambiado desde su fundación. Tenía razones para sentirse orgulloso de muchos de sus compañeros y del temple que habían mostrado en los últimos meses. Dentro de esta habitación habían acordado que usarían todas las herramientas a su disposición para combatir la invasión khadorana y defender Llael con la misma dedicación e ingenio que una vez utilizaron contra los Orgoth. Sin embargo, le preocupaba que su entusiasmo hubiese llegado a su límite.
Los reunidos en la mesa reaccionaron a las últimas noticias participando de numerosas conversaciones entre murmullos. Al final, Wys dio varios golpes con su martillo para reclamar su atención, lo que le resultó más difícil de lo habitual. Acabó poniéndose en pie y dirigiendo su mirada a su alrededor hasta que los demás se quedaron en silencio.
- Hay un ejército khadorano al otro lado de las murallas de la ciudad - dijo sin rodeos. Ellos ya lo sabían. Todos los que vivían en Leryn lo sabían.
- Es un ejército pequeño, y eso siendo generosos - dijo el maestro Lukas di Morray con una leve sonrisa. - Deberíamos estar agradecidos de que la mayoría de ellos estén ocupados asediando Merywyn.
Lukas era más joven que muchos de los maestros allí presentes y, sin embargo, era bueno, tal y como atestiguaban sus experimentos atrevidos y ambiciosos sobre sueros transformativos. También había sido uno de los individuos situados al frente de la organización de la lucha contra los invasores y había trabajado codo con codo con la Guardia del crisol.
Wys inclinó la cabeza y dijo: - sería mejor considerarlo como una fuerza de vanguardia que está aquí para proteger a su enviado. No tengo dudas de que los khadoranos podrían mandar a un ejército más grande a nuestras puertas. Pero no van a intentar asediar Leryn mientras puedan evitarlo.
- ¿Entonces quieren que nos rindamos? ¡Que se vayan al infierno! - Este estallido de ira vino del capitán de la guardia Jean Resson Dagget, quien estaba al pie de la mesa. Era un hombre maduro, con pelo corto y castaño, de constitución robusta y con los modales de un oficial veterano. Llevaba la armadura de su puesto como cabeza de la Guardia del crisol en Thunderhead. Como capitán superior, también estaba al cargo de coordinar sus aportes a las defensas externas de la ciudad.
Wys no pudo evitar sonreír ante su desafío. Pensaba igual que él, pero sabía que muchos de los allí reunidos no lo hacían. Los rostros que le rodeaban estaban pálidos, preocupados e incluso asustados.
- Sí, quieren que nos rindamos. He hablado con su enviado. - Wys no podía reprimir el tono caústico de su voz. - Me siento obligado a repetir su propuesta aunque me gustaría haberle rechazado en el momento y en persona... o haberle lanzado desde la muralla más cercana.
Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos antes de seguir hablando. - Lo que nos ofrecen los khadoranos es una amenaza disfrazada de clemencia. Que abramos las puertas de Leryn. Si no lo hacemos (y nos resistimos y les obligamos a usar la fuerza) repetirán con Leryn lo que hicieron con Riversmet. Prometen arrasar esta ciudad por completo sin tomar prisioneros.
- ¿Eso que hemos oído es cierto, Niels? ¿Lo de Riversmet? - La que habló era la aurum lucanum Gyrel Mayten, quien había estado al cargo del Desarrollo de municiones especiales. Era una de las pocas maestras ancianas a las que no le importaba la formalidad de su título. Viniendo de cualquier otro podría haberle molestado pero Gyrel era una vieja amiga. Su cara llena de arrugas parecía particularmente pálida y su expresión había perdido su convicción arrogante habitual.
- No sé qué rumores habéis oído, - respondió. - Pero, tristemente, lo peor de lo que se ha dicho sobre Riversmet es cierto. Esa ciudad se ha perdido. Capitán Dagget, ¿podría hacernos un resumen?
El capitán asintió y se enderezó, pronunciando sus siguientes palabras ajustándose a los hechos y con toda la frialdad y ecuanimidad que pudo reunir. - Cuando los khadoranos retomaron la ciudad fueron especialmente brutales pero varios miembros locales de la Guardia del crisol consiguieron escapar. Por lo que me han dicho, Karchev el terrible dirigió el asalto final. Los cisnes que mantenían el control de los puentes fueron rápidamente eliminados. Después de eso, fue un ejercicio de exterminio a sangre fría.
La maestra Mayten dijo: - no nos ahorres los detalles Jean. Necesitamos saberlo.
Asintió y, tras una pausa, continuó. - Karchev bloqueó todas las rutas de salida con sus siervos de guerra. Una vez que los defensores armados fueron neutralizados retiró a su guardia del invierno y soltó por las calles a docenas de saqueadores de la fatalidad. Todos los ciudadanos que quedaban fueron masacrados, hasta el último hombre, mujer o niño. Entonces, para asegurarse de que había pillado a todo el mundo, hizo que sus siervos de guerra demoliesen todos los edificios importantes que aún no estuviesen en runas, iglesias y templos incluídos. Un testigo vio a gente escapando de una iglesia mientras se derrumbaba, dentro de la cual habían intentado esconderse. Fueron arrollados por un Mad Dog. - Su voz se quebró al decirlo. Tragó saliva.
Wys veía más miedo que ira en las caras que le rodeaban. Dijo: - debo decir que encuentro esta amenaza inverosímil. Quieren preocuparnos y minar nuestra resolución. Pero no creo que la lleven a cabo.
- ¿Preocuparnos? - El maestro Thryton, uno de sus miembros más ancianos, era un hombre que conservaba aires de dignidad aunque su vista fallaba y sus manos temblaban, pero que apenas podía contener su indignación. Era un investigador inimitable aunque requería de varios asistentes contratados para llevar a cabo cualquiera de sus trabajos de laboratorio. - ¡Yo diría que sí que es preocupante! ¿Cómo puedes insistir en que esto es un farol cuando hace dos semanas las calles de Riversmet estaban rojas de sangre llaelesa?
Wys se mantuvo firme. - Con el debido respeto, Leryn no es Riversmet. Lo que ocurrió allí es terrible, no me malinterpretéis, pero muchos de sus ciudadanos habían huido tras las primeras batallas. El número de bajas no es tan grande como quieren que creamos. Ha sido una pantomima calculada. Intentar hacer lo mismo en Leryn es inviable gracias a nuestras defensas y a nuestros efectivos. Si elegimos desafiarlos podemos tenerles a raya durante meses. Años. Riversmet era una ciudad pequeña. Leryn es una ciudad amurallada.
La voz de Thryton tembló. - ¿Me estás diciendo que Karchev el terrible estaba escenificando una farsa? ¿Que el Carnicero de Khardov se estaba tirando un farol? Has oído lo que le pasó a Redwall. Estoy seguro de que ellos pensaban que su fortaleza era igual de inexpugnable.
Unas cuantas voces se alzaron para apuntillar que estaban de acuerdo pero Wys no se amilanó ante su trepidación. Alzó la voz para hacerse oír por encima de las suyas. - Quieren que les veamos como monstruos. Forzarnos a implorarles de rodillas. Que les entreguemos nuestro orgullo y nuestro valor. Que les demos todo aquello que a nuestros ancestros les llevo varias generaciones construir. Saben que nuestros muros les mantendrán a raya. No pueden tomar esta ciudad a menos que se la cedamos.
El maestro di Morray se volvió a poner en pie, asintiendo a Wys con la cabeza y con un aspecto igual de resoluto. Dijo: - escuchad al aurum magnus. Lo que dice es cierto. Esta ciudad puede aguantar contra el poderío de Khador. Han reunido unos pocos miles de soldados al otro lado de las puertas y esperan que nos rindamos. ¡Yo no lo haré! Ni siquiera los Orgoth pudieron romper nuestras puertas. Hace mil años tuvieron que esperar a que nos muriéramos de hambre. Merywyn está asediada pero no ha caído. Nuestros aliados tienen que reunir sus fuerzas y solo requieren el tiempo suficiente para venir a ayudarnos. Podemos darles ese tiempo si nos mantenemos firmes.
Gyrel Mayten le había escuchado con el ceño fruncido. Dijo: - ¿y eso es lo que queréis para la gente de esta ciudad? ¿Que pasen hambre, atrapados y apiñándose en sus casas mientras que los obuses de artillería vuelan por encima de las murallas? Los ejércitos de hoy no son los ejércitos de hace mil años. Si Khador quiere puede quebrar esta ciudad. El número de nuestros defensores es limitado. Ganarían cualquier guerra de desgaste. Y luego, tras haberles desafiado todo ese tiempo, se deleitarían castigándonos. Cada día que les mantenemos fuera solo magnifica su ira.
Las reacciones eran intensas por ambas partes y las discusiones estallaron de nuevo. El aurum magnus se quedó descorazonado cuando vio que aquellos que se ponían de parte de Mayten y Thryton superaban en número a los que querían luchar. Apretó los labios pero dejó que discutieran. Les dejaría desfogarse. Pero la orden no era una institución democrática. Podía desautorizar al claustro gobernante en épocas de crisis. No tenía intención de rendir Leryn a Khador.
Desafortunadamente para Niels Wys, la decisión ya había sido tomada por alguien que apenas había estado dentro de la cámara y cuya ausencia repentina pasó desapercibida.
A pesar de su edad avanzada no era ningún maestro. Había fallado en todos los intentos de ganarse ese honor. Los líderes le habían declarado insuficiente, un hecho que fomentó el resentimiento que le corroía. En particular, el aurum magnus Wys le había faltado el respeto a Culpen y había menospreciado sus muchos logros.
A través del trabajo diligente y la perseverancia había sido capaz de asegurarse cierto control administrativo sobre un área que muchos consideraban que estaba por debajo de sus puestos: organizar los archivos de membresía situados en los sótanos más profundos de la fortaleza. No era más que un engranaje de una gran máquina burocrática. Pero sus llaves le daban acceso a áreas que pocos miembros de la orden habían visto jamás.
Culpen había decidido casi dos años antes que ya había tenido suficiente. Por lo tanto, cuando los khadoranos le hicieron un contacto tentativo, les escuchó. Le trataron con respeto y le compensaron por los riesgos que había asumido por su petición. Le habían puesto al corriente de ciertas realidades que eran inevitables.
Leryn era una ciudad con defensas formidables y, en su centro, Thunderhead era una fortaleza tanto de facto como de nombre. Y, sin embargo, como el hambre había forzado a Leryn a rendirse ante los Orgoth, se habían tomado medidas para asegurarse de que eso fuese más difícil en el futuro. Hasta las ciudades más seguras necesitaban túneles secretos para entrar y salir, formas de pasar de contrabando comida e, incluso, personas. La fortaleza Thunderhead tenía motivos para proteger sus túneles privados: eran usados periódicamente como vía para transportar bienes evitando las inspecciones, y para permitir que los agentes y los invitados más estimados fuesen y viniesen sin ser vistos.
La ruta que tomó Culpen era enrevesada. Habría sido completamente intransitable para una fuerza armada grande. Si saltaba la alarma en la fortaleza existían unos cuantos mecanismos para infligir una muerte rápida a cualquiera que intentase entrar a la fuerza por esos túneles. Es más, los pasadizos podían ser sellados y defendidos por un puñado de guardianes.
La última pareja de Guardias del crisol asintió cuando pasó a su lado, sin molestarse en colocarse en posición de guardia. Miraron hacia abajo sorprendidos cuando oyeron el sonido metálico del pequeño bote que Culpen había dejado caer a sus pies. Uno de ellos abrió la boca, quizás para decirle al alquimista que se le había caído algo, pero Culpen ya se había largado y había cerrado la puerta detrás de él. Un humo grasiento brotó de la granada. Ambos tenían máscaras de gas pero no las llevaban puestas. Cuando intentasen ponérselas ya sería demasiado tarde.
Las manos de Culpen temblaban mientras usaba sus llaves para abrir el panel de acceso y tirar de las palancas que estaban a lo largo de la puerta blindada al fondo de la sala. La puerta se abrió despacio, como si estuviese pensando si estaba de acuerdo o no. La forma del majestuoso lord koldun Volkh Lazar le estaba esperando, ataviado con las túnicas de su puesto como líder de alto rango de la Alianza de los lordsgrises. Estaba flanqueado por dos de sus compañeras, ambas igual de formidables e intimidantes. Tras ellos había varias docenas de soldados, incluyendo guardias del invierno, hacedores de viudas y un hombre de pelo blanco con armadura de hechicero de guerra cuya mirada fulminante hacía que a Culpen le entrasen ganas de apartar la vista.
El lord koldun dedicó a Culpen una sonrisa cálida y extendió su mano para saludarle. - Maestro Culpen, me alegra ver que mi fe en usted no era inmerecida.
Mientras Culpen inclinaba su cabeza y cogía la mano, el Lordgrís señaló a los que le acompañaban, los otros dos tercios de su formidable ternio. Su acento era suave. - Déjeme que le presente a mis queridas colegas, las magzievs Akina Kazanovo y Kasia Zavchenko.
Akina tenía pelo negro y ojos oscuros, mientras que el pelo de Kasia era blanco y sus ojos eran de un color azul gélido. La pareja le dedicó la más pequeña de las sonrisas y Culpen inclinó su cabeza también hacia ellas. Balbuceó un saludo mientras su corazón le martilleaba dentro del pecho.
Se le ocurrió que ya no estaban obligados a cumplir sus promesas. Podía dar su vida por perdida. Había pensado en montar una elaborada salvaguarda pero no se le había ocurrido nada. El hecho de que Lazar se hubiese dirigido a él con el título "maestro" le dio alguna esperanza de que podrían seguir necesitando su cooperación.
Dijo con más formalidad: - permitidme que os dé la bienvenida a la fortaleza Thunderhead. Reconozco y acepto vuestra autoridad aquí. Espero poder facilitaros una transición cómoda.
Lazar asintió indulgentemente y dijo: - pero primero debo saludar a sus antiguos superiores.
El aurum magnus se había retirado a sus cámaras después de que el encendido debate terminase con la promesa de que continuarían su discusión al día siguiente. Sabia que algunos problemas no se decidirían con rapidez, aunque confiaba en estar empezando a atraer a los demás. Apenas se había acomodado cuando oyó gritos y carreras al otro lado de la pared de su cámara. Se levantó al oír los sonidos de disparos amortiguados y, entonces, alguien llamó estridentemente a la puerta.
Abrió y se encontró con un jadeante maestro Lukas di Morray sin su atuendo formal, sino vestido como si se fuese a una expedición lejana. Llevaba una capa larga, un petate sobre su hombro y había festoneado su ropa de cuero con numerosos frascos encerados. Detrás de él estaba su esposa, Alyce, armada y lista.
Lukas dijo: - gran maestro, debéis venir conmigo. Los lordgrises están dentro de la fortaleza y están reuniendo a los maestros. Debemos huir.
- ¿Qué? - Wys se sentía casi mareado. - ¿Cómo es posible? ¿Lordgrises, aquí?
- Hemos sido traicionados. No sé los detalles. Deben haber entrado en Thunderhead de manera encubierta, lo cual implica a un colaborador. La Guardia del crisol situada en las murallas exteriores necesita ser alertada. Sin embargo, primero debemos poneros a salvo.
Wys parpadeó varias veces pero, entonces, se acercó a él y negó con la cabeza. - No. Debéis iros. Ver lo que podéis hacer para alzar a los demás. No abandonaré este lugar, no si puede ser defendido.
- Es demasiado tarde para defenderlo - dijo Alyce, su voz llena de ira y amargura. - La mayoría de los guardias armados de la fortaleza ya están muertos.
- Aún así debo quedarme - dijo Wys tragándose su miedo. - Existe la posibilidad de que pueda negociar por las vidas de los nuestros. Iros mientras podáis. Lleváos a todos aquellos que creáis que pueden estar dispuestos a luchar.
Les miró a los dos, asintió y les dio la mano uno por uno. Mientras les veía marchar se dio cuenta de que posiblemente nunca más les volviese a ver.
Fueron reunidos otra vez en la misma gran cámara de reuniones, aunque ahora estaban mucho más sumisos, incluso acobardados. Culpen notó que faltaban varios individuos importantes, aunque eso era de esperar. No les culpaba por huir y se dio cuenta de que, potencialmente, podía usar esa información para congraciarse aún más con sus nuevos amos.
Al enfrentarse a los khadoranos, el aurum magnus Niels Wys parecía tan arrogante y distante como era normal en él. Les dijo: - aunque tuvieseis éxito al asegurar esta cámara y mantenernos como rehenes no deberíais tomaros esto como una victoria. Los pocos hombres que tu cómplice ayudó a meter a escondidas no serán suficientes para tomar Leryn.
Miró a Culpen. Su odio era palpable.
El lord koldun Lazar dijo: - ese es un problema que pretendo arreglar con usted. Requiero su ayuda y la de los demás miembros de esta habitación para facilitar la toma pacífica de Leryn. Para minimizar la pérdida de vidas.
Wys emitió un ruido desde lo más profundo de su garganta. Apretó los puños y se le enrojeció la cara. Culpen se dio cuenta de que estaba disfrutando con su incomodidad.
Lazar continuó: - me doy cuenta de que esto es un trago amargo pero considerad las vidas que estaréis salvando, no solo en la propia ciudad sino también en estas mismas salas. No toleraremos la sedición, pero somos generosos. A aquellos que se rindan hoy se les ofrecerá la amnistía por sus crímenes pasados contra Khador. Podréis continuar con vuestro trabajo y practicar vuestras artes, pero al servicio de la reina Ayn Vanar. ¿Qué decís, maestro Wys? ¿Os rendís a la reina Vanar? ¿Aceptáis el liderazgo de mi representante elegido, vuestro digno colega, el aurum magnus Tyrwen Culpen?
Culpen se preguntaba si el lord koldun había elegido ser provocador aposta. La última frase encendió una rabia desafiante en los ojos del gran maestro. Al entrar en la habitación su aspecto había sido casi de resignación. Ahora, su cara estaba lívida.
Wys dijo: - no, no le reconozco. Negociemos. Veréis que los defensores de esta ciudad están listos para luchar contra...
No completó la frase. Lazar miró a la magziev Akina y la lordgrís de pelo negro levantó una mano a la vez que sus ojos brillaban llenos de energía. Un anillo de runas apareció brillando alrededor de su muñeca. El aire alrededor de Wys estalló en una ráfaga de nieve y se produjo un sonido como el del hielo al resquebrajarse cuando el llaelés fue congelado junto con los dos maestros que estaban más cerca de él. Los que también estaban cerca chillaron y se alejaron apresuradamente. Los tres lordgrises avanzaron, abriéndose ligeramente, y empezaron a aparecer runas alrededor de todos ellos.
- ¡Ya basta! - dijo la aurum lucanum Gyren Mayten con la cara pálida. - Nos rendimos y cooperaremos completamente. Hablaré con los guardias de fuera y las puertas serán abiertas.
La mirada que dedicó a Culpen estaba cargada con asco. Aún así, soportó su desdén; su mente divagando por las maneras en las que podría hacerla sufrir en los días que estaban por venir.
Los reunidos en la mesa reaccionaron a las últimas noticias participando de numerosas conversaciones entre murmullos. Al final, Wys dio varios golpes con su martillo para reclamar su atención, lo que le resultó más difícil de lo habitual. Acabó poniéndose en pie y dirigiendo su mirada a su alrededor hasta que los demás se quedaron en silencio.
- Hay un ejército khadorano al otro lado de las murallas de la ciudad - dijo sin rodeos. Ellos ya lo sabían. Todos los que vivían en Leryn lo sabían.
- Es un ejército pequeño, y eso siendo generosos - dijo el maestro Lukas di Morray con una leve sonrisa. - Deberíamos estar agradecidos de que la mayoría de ellos estén ocupados asediando Merywyn.
Fortaleza Thunderhead |
Lukas era más joven que muchos de los maestros allí presentes y, sin embargo, era bueno, tal y como atestiguaban sus experimentos atrevidos y ambiciosos sobre sueros transformativos. También había sido uno de los individuos situados al frente de la organización de la lucha contra los invasores y había trabajado codo con codo con la Guardia del crisol.
Wys inclinó la cabeza y dijo: - sería mejor considerarlo como una fuerza de vanguardia que está aquí para proteger a su enviado. No tengo dudas de que los khadoranos podrían mandar a un ejército más grande a nuestras puertas. Pero no van a intentar asediar Leryn mientras puedan evitarlo.
- ¿Entonces quieren que nos rindamos? ¡Que se vayan al infierno! - Este estallido de ira vino del capitán de la guardia Jean Resson Dagget, quien estaba al pie de la mesa. Era un hombre maduro, con pelo corto y castaño, de constitución robusta y con los modales de un oficial veterano. Llevaba la armadura de su puesto como cabeza de la Guardia del crisol en Thunderhead. Como capitán superior, también estaba al cargo de coordinar sus aportes a las defensas externas de la ciudad.
Wys no pudo evitar sonreír ante su desafío. Pensaba igual que él, pero sabía que muchos de los allí reunidos no lo hacían. Los rostros que le rodeaban estaban pálidos, preocupados e incluso asustados.
- Sí, quieren que nos rindamos. He hablado con su enviado. - Wys no podía reprimir el tono caústico de su voz. - Me siento obligado a repetir su propuesta aunque me gustaría haberle rechazado en el momento y en persona... o haberle lanzado desde la muralla más cercana.
Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos antes de seguir hablando. - Lo que nos ofrecen los khadoranos es una amenaza disfrazada de clemencia. Que abramos las puertas de Leryn. Si no lo hacemos (y nos resistimos y les obligamos a usar la fuerza) repetirán con Leryn lo que hicieron con Riversmet. Prometen arrasar esta ciudad por completo sin tomar prisioneros.
- ¿Eso que hemos oído es cierto, Niels? ¿Lo de Riversmet? - La que habló era la aurum lucanum Gyrel Mayten, quien había estado al cargo del Desarrollo de municiones especiales. Era una de las pocas maestras ancianas a las que no le importaba la formalidad de su título. Viniendo de cualquier otro podría haberle molestado pero Gyrel era una vieja amiga. Su cara llena de arrugas parecía particularmente pálida y su expresión había perdido su convicción arrogante habitual.
- No sé qué rumores habéis oído, - respondió. - Pero, tristemente, lo peor de lo que se ha dicho sobre Riversmet es cierto. Esa ciudad se ha perdido. Capitán Dagget, ¿podría hacernos un resumen?
El capitán asintió y se enderezó, pronunciando sus siguientes palabras ajustándose a los hechos y con toda la frialdad y ecuanimidad que pudo reunir. - Cuando los khadoranos retomaron la ciudad fueron especialmente brutales pero varios miembros locales de la Guardia del crisol consiguieron escapar. Por lo que me han dicho, Karchev el terrible dirigió el asalto final. Los cisnes que mantenían el control de los puentes fueron rápidamente eliminados. Después de eso, fue un ejercicio de exterminio a sangre fría.
La maestra Mayten dijo: - no nos ahorres los detalles Jean. Necesitamos saberlo.
Asintió y, tras una pausa, continuó. - Karchev bloqueó todas las rutas de salida con sus siervos de guerra. Una vez que los defensores armados fueron neutralizados retiró a su guardia del invierno y soltó por las calles a docenas de saqueadores de la fatalidad. Todos los ciudadanos que quedaban fueron masacrados, hasta el último hombre, mujer o niño. Entonces, para asegurarse de que había pillado a todo el mundo, hizo que sus siervos de guerra demoliesen todos los edificios importantes que aún no estuviesen en runas, iglesias y templos incluídos. Un testigo vio a gente escapando de una iglesia mientras se derrumbaba, dentro de la cual habían intentado esconderse. Fueron arrollados por un Mad Dog. - Su voz se quebró al decirlo. Tragó saliva.
Wys veía más miedo que ira en las caras que le rodeaban. Dijo: - debo decir que encuentro esta amenaza inverosímil. Quieren preocuparnos y minar nuestra resolución. Pero no creo que la lleven a cabo.
- ¿Preocuparnos? - El maestro Thryton, uno de sus miembros más ancianos, era un hombre que conservaba aires de dignidad aunque su vista fallaba y sus manos temblaban, pero que apenas podía contener su indignación. Era un investigador inimitable aunque requería de varios asistentes contratados para llevar a cabo cualquiera de sus trabajos de laboratorio. - ¡Yo diría que sí que es preocupante! ¿Cómo puedes insistir en que esto es un farol cuando hace dos semanas las calles de Riversmet estaban rojas de sangre llaelesa?
Wys se mantuvo firme. - Con el debido respeto, Leryn no es Riversmet. Lo que ocurrió allí es terrible, no me malinterpretéis, pero muchos de sus ciudadanos habían huido tras las primeras batallas. El número de bajas no es tan grande como quieren que creamos. Ha sido una pantomima calculada. Intentar hacer lo mismo en Leryn es inviable gracias a nuestras defensas y a nuestros efectivos. Si elegimos desafiarlos podemos tenerles a raya durante meses. Años. Riversmet era una ciudad pequeña. Leryn es una ciudad amurallada.
La voz de Thryton tembló. - ¿Me estás diciendo que Karchev el terrible estaba escenificando una farsa? ¿Que el Carnicero de Khardov se estaba tirando un farol? Has oído lo que le pasó a Redwall. Estoy seguro de que ellos pensaban que su fortaleza era igual de inexpugnable.
Unas cuantas voces se alzaron para apuntillar que estaban de acuerdo pero Wys no se amilanó ante su trepidación. Alzó la voz para hacerse oír por encima de las suyas. - Quieren que les veamos como monstruos. Forzarnos a implorarles de rodillas. Que les entreguemos nuestro orgullo y nuestro valor. Que les demos todo aquello que a nuestros ancestros les llevo varias generaciones construir. Saben que nuestros muros les mantendrán a raya. No pueden tomar esta ciudad a menos que se la cedamos.
El maestro di Morray se volvió a poner en pie, asintiendo a Wys con la cabeza y con un aspecto igual de resoluto. Dijo: - escuchad al aurum magnus. Lo que dice es cierto. Esta ciudad puede aguantar contra el poderío de Khador. Han reunido unos pocos miles de soldados al otro lado de las puertas y esperan que nos rindamos. ¡Yo no lo haré! Ni siquiera los Orgoth pudieron romper nuestras puertas. Hace mil años tuvieron que esperar a que nos muriéramos de hambre. Merywyn está asediada pero no ha caído. Nuestros aliados tienen que reunir sus fuerzas y solo requieren el tiempo suficiente para venir a ayudarnos. Podemos darles ese tiempo si nos mantenemos firmes.
Gyrel Mayten le había escuchado con el ceño fruncido. Dijo: - ¿y eso es lo que queréis para la gente de esta ciudad? ¿Que pasen hambre, atrapados y apiñándose en sus casas mientras que los obuses de artillería vuelan por encima de las murallas? Los ejércitos de hoy no son los ejércitos de hace mil años. Si Khador quiere puede quebrar esta ciudad. El número de nuestros defensores es limitado. Ganarían cualquier guerra de desgaste. Y luego, tras haberles desafiado todo ese tiempo, se deleitarían castigándonos. Cada día que les mantenemos fuera solo magnifica su ira.
Las reacciones eran intensas por ambas partes y las discusiones estallaron de nuevo. El aurum magnus se quedó descorazonado cuando vio que aquellos que se ponían de parte de Mayten y Thryton superaban en número a los que querían luchar. Apretó los labios pero dejó que discutieran. Les dejaría desfogarse. Pero la orden no era una institución democrática. Podía desautorizar al claustro gobernante en épocas de crisis. No tenía intención de rendir Leryn a Khador.
Desafortunadamente para Niels Wys, la decisión ya había sido tomada por alguien que apenas había estado dentro de la cámara y cuya ausencia repentina pasó desapercibida.
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INTELIGENCIA: LA MAESTRÍA EN LA ORDEN DEL CRISOL DORADOSer reconocido como "Alquimista aurum ominus" o miembro de pleno derecho de la Orden del crisol dorado requería aprobar varias pruebas y realizar juramentos de lealtad. Todos los miembros veteranos aspiraban a ser reconocidos como maestros. Demostrar la maestría requería entender una miríada de campos de estudios subordinados, cada uno de los cuales conllevaba realizar exámenes de atestación individuales. Solo aquellos con más de una docena de atestaciones generales y especializadas se ganaban el reverenciado título de maestro.
De entre estos maestros, solo un selecto círculo interior se ganó el título de "Alquimista aurum lucanum" que conllevaba una considerable autoridad, como la tarea de llevar otras ramas de la orden en la ciudad. Por encima de estos estaba el "Maestro alquimista aurum magnus", un puesto vitalicio elegido por la Asamblea de maestros. Niels Wys fue el último aurum magnus reconocido de la Orden del crisol dorado llaelesa.
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El alquimista Tyrwen Culpen tenía un aspecto furtivo mientras atravesaba las frías salas de la fortaleza Thunderhead. Se movía rápidamente, pero intentaba mantener su dignidad evitando correr. Pasó junto a varias parejas de guardias del crisol que estaban en sus puestos, pero ninguna de ellas le miró dos veces.A pesar de su edad avanzada no era ningún maestro. Había fallado en todos los intentos de ganarse ese honor. Los líderes le habían declarado insuficiente, un hecho que fomentó el resentimiento que le corroía. En particular, el aurum magnus Wys le había faltado el respeto a Culpen y había menospreciado sus muchos logros.
A través del trabajo diligente y la perseverancia había sido capaz de asegurarse cierto control administrativo sobre un área que muchos consideraban que estaba por debajo de sus puestos: organizar los archivos de membresía situados en los sótanos más profundos de la fortaleza. No era más que un engranaje de una gran máquina burocrática. Pero sus llaves le daban acceso a áreas que pocos miembros de la orden habían visto jamás.
Culpen había decidido casi dos años antes que ya había tenido suficiente. Por lo tanto, cuando los khadoranos le hicieron un contacto tentativo, les escuchó. Le trataron con respeto y le compensaron por los riesgos que había asumido por su petición. Le habían puesto al corriente de ciertas realidades que eran inevitables.
Leryn era una ciudad con defensas formidables y, en su centro, Thunderhead era una fortaleza tanto de facto como de nombre. Y, sin embargo, como el hambre había forzado a Leryn a rendirse ante los Orgoth, se habían tomado medidas para asegurarse de que eso fuese más difícil en el futuro. Hasta las ciudades más seguras necesitaban túneles secretos para entrar y salir, formas de pasar de contrabando comida e, incluso, personas. La fortaleza Thunderhead tenía motivos para proteger sus túneles privados: eran usados periódicamente como vía para transportar bienes evitando las inspecciones, y para permitir que los agentes y los invitados más estimados fuesen y viniesen sin ser vistos.
La ruta que tomó Culpen era enrevesada. Habría sido completamente intransitable para una fuerza armada grande. Si saltaba la alarma en la fortaleza existían unos cuantos mecanismos para infligir una muerte rápida a cualquiera que intentase entrar a la fuerza por esos túneles. Es más, los pasadizos podían ser sellados y defendidos por un puñado de guardianes.
La última pareja de Guardias del crisol asintió cuando pasó a su lado, sin molestarse en colocarse en posición de guardia. Miraron hacia abajo sorprendidos cuando oyeron el sonido metálico del pequeño bote que Culpen había dejado caer a sus pies. Uno de ellos abrió la boca, quizás para decirle al alquimista que se le había caído algo, pero Culpen ya se había largado y había cerrado la puerta detrás de él. Un humo grasiento brotó de la granada. Ambos tenían máscaras de gas pero no las llevaban puestas. Cuando intentasen ponérselas ya sería demasiado tarde.
Las manos de Culpen temblaban mientras usaba sus llaves para abrir el panel de acceso y tirar de las palancas que estaban a lo largo de la puerta blindada al fondo de la sala. La puerta se abrió despacio, como si estuviese pensando si estaba de acuerdo o no. La forma del majestuoso lord koldun Volkh Lazar le estaba esperando, ataviado con las túnicas de su puesto como líder de alto rango de la Alianza de los lordsgrises. Estaba flanqueado por dos de sus compañeras, ambas igual de formidables e intimidantes. Tras ellos había varias docenas de soldados, incluyendo guardias del invierno, hacedores de viudas y un hombre de pelo blanco con armadura de hechicero de guerra cuya mirada fulminante hacía que a Culpen le entrasen ganas de apartar la vista.
El lord koldun dedicó a Culpen una sonrisa cálida y extendió su mano para saludarle. - Maestro Culpen, me alegra ver que mi fe en usted no era inmerecida.
Mientras Culpen inclinaba su cabeza y cogía la mano, el Lordgrís señaló a los que le acompañaban, los otros dos tercios de su formidable ternio. Su acento era suave. - Déjeme que le presente a mis queridas colegas, las magzievs Akina Kazanovo y Kasia Zavchenko.
Akina tenía pelo negro y ojos oscuros, mientras que el pelo de Kasia era blanco y sus ojos eran de un color azul gélido. La pareja le dedicó la más pequeña de las sonrisas y Culpen inclinó su cabeza también hacia ellas. Balbuceó un saludo mientras su corazón le martilleaba dentro del pecho.
Se le ocurrió que ya no estaban obligados a cumplir sus promesas. Podía dar su vida por perdida. Había pensado en montar una elaborada salvaguarda pero no se le había ocurrido nada. El hecho de que Lazar se hubiese dirigido a él con el título "maestro" le dio alguna esperanza de que podrían seguir necesitando su cooperación.
Dijo con más formalidad: - permitidme que os dé la bienvenida a la fortaleza Thunderhead. Reconozco y acepto vuestra autoridad aquí. Espero poder facilitaros una transición cómoda.
Lazar asintió indulgentemente y dijo: - pero primero debo saludar a sus antiguos superiores.
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El aurum magnus se había retirado a sus cámaras después de que el encendido debate terminase con la promesa de que continuarían su discusión al día siguiente. Sabia que algunos problemas no se decidirían con rapidez, aunque confiaba en estar empezando a atraer a los demás. Apenas se había acomodado cuando oyó gritos y carreras al otro lado de la pared de su cámara. Se levantó al oír los sonidos de disparos amortiguados y, entonces, alguien llamó estridentemente a la puerta.
Abrió y se encontró con un jadeante maestro Lukas di Morray sin su atuendo formal, sino vestido como si se fuese a una expedición lejana. Llevaba una capa larga, un petate sobre su hombro y había festoneado su ropa de cuero con numerosos frascos encerados. Detrás de él estaba su esposa, Alyce, armada y lista.
Lukas dijo: - gran maestro, debéis venir conmigo. Los lordgrises están dentro de la fortaleza y están reuniendo a los maestros. Debemos huir.
- ¿Qué? - Wys se sentía casi mareado. - ¿Cómo es posible? ¿Lordgrises, aquí?
- Hemos sido traicionados. No sé los detalles. Deben haber entrado en Thunderhead de manera encubierta, lo cual implica a un colaborador. La Guardia del crisol situada en las murallas exteriores necesita ser alertada. Sin embargo, primero debemos poneros a salvo.
Wys parpadeó varias veces pero, entonces, se acercó a él y negó con la cabeza. - No. Debéis iros. Ver lo que podéis hacer para alzar a los demás. No abandonaré este lugar, no si puede ser defendido.
- Es demasiado tarde para defenderlo - dijo Alyce, su voz llena de ira y amargura. - La mayoría de los guardias armados de la fortaleza ya están muertos.
- Aún así debo quedarme - dijo Wys tragándose su miedo. - Existe la posibilidad de que pueda negociar por las vidas de los nuestros. Iros mientras podáis. Lleváos a todos aquellos que creáis que pueden estar dispuestos a luchar.
Les miró a los dos, asintió y les dio la mano uno por uno. Mientras les veía marchar se dio cuenta de que posiblemente nunca más les volviese a ver.
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INTELIGENCIA: LUKAS DI MORRAYTras el final de la Guerra llaelesa Lukas di Morray siguió luchando contra la ocupación khadorana y ofreciendo su ayuda a la Resistencia llaelesa. Con el título aurum legate di Morray y como cabeza del brazo llaelés de la nueva Guardia del crisol, creada tras el traslado de los cuarteles generales de la Orden a Ord, trabajó en el desarrollo de armas no convencionales. Mediante una serie de experimentos radicales de alquimia intentó reproducir de manera artificial el don de la hechicería de guerra. Se expuso a sí mismo y a su esposa Alyce a peligrosos sueros y, con el tiempo, tuvo éxito en replicar el poder de los hechiceros de guerra en sí mismo, aunque con un gran riesgo para su salud. Al final, estos trabajos acabaron con su captura y encarcelamiento.
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Fueron reunidos otra vez en la misma gran cámara de reuniones, aunque ahora estaban mucho más sumisos, incluso acobardados. Culpen notó que faltaban varios individuos importantes, aunque eso era de esperar. No les culpaba por huir y se dio cuenta de que, potencialmente, podía usar esa información para congraciarse aún más con sus nuevos amos.
Al enfrentarse a los khadoranos, el aurum magnus Niels Wys parecía tan arrogante y distante como era normal en él. Les dijo: - aunque tuvieseis éxito al asegurar esta cámara y mantenernos como rehenes no deberíais tomaros esto como una victoria. Los pocos hombres que tu cómplice ayudó a meter a escondidas no serán suficientes para tomar Leryn.
Miró a Culpen. Su odio era palpable.
El lord koldun Lazar dijo: - ese es un problema que pretendo arreglar con usted. Requiero su ayuda y la de los demás miembros de esta habitación para facilitar la toma pacífica de Leryn. Para minimizar la pérdida de vidas.
Wys emitió un ruido desde lo más profundo de su garganta. Apretó los puños y se le enrojeció la cara. Culpen se dio cuenta de que estaba disfrutando con su incomodidad.
Lazar continuó: - me doy cuenta de que esto es un trago amargo pero considerad las vidas que estaréis salvando, no solo en la propia ciudad sino también en estas mismas salas. No toleraremos la sedición, pero somos generosos. A aquellos que se rindan hoy se les ofrecerá la amnistía por sus crímenes pasados contra Khador. Podréis continuar con vuestro trabajo y practicar vuestras artes, pero al servicio de la reina Ayn Vanar. ¿Qué decís, maestro Wys? ¿Os rendís a la reina Vanar? ¿Aceptáis el liderazgo de mi representante elegido, vuestro digno colega, el aurum magnus Tyrwen Culpen?
Culpen se preguntaba si el lord koldun había elegido ser provocador aposta. La última frase encendió una rabia desafiante en los ojos del gran maestro. Al entrar en la habitación su aspecto había sido casi de resignación. Ahora, su cara estaba lívida.
Wys dijo: - no, no le reconozco. Negociemos. Veréis que los defensores de esta ciudad están listos para luchar contra...
No completó la frase. Lazar miró a la magziev Akina y la lordgrís de pelo negro levantó una mano a la vez que sus ojos brillaban llenos de energía. Un anillo de runas apareció brillando alrededor de su muñeca. El aire alrededor de Wys estalló en una ráfaga de nieve y se produjo un sonido como el del hielo al resquebrajarse cuando el llaelés fue congelado junto con los dos maestros que estaban más cerca de él. Los que también estaban cerca chillaron y se alejaron apresuradamente. Los tres lordgrises avanzaron, abriéndose ligeramente, y empezaron a aparecer runas alrededor de todos ellos.
- ¡Ya basta! - dijo la aurum lucanum Gyren Mayten con la cara pálida. - Nos rendimos y cooperaremos completamente. Hablaré con los guardias de fuera y las puertas serán abiertas.
La mirada que dedicó a Culpen estaba cargada con asco. Aún así, soportó su desdén; su mente divagando por las maneras en las que podría hacerla sufrir en los días que estaban por venir.
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REPERCUSIONES: LA ORDEN DEL CRISOL DORADO Y LA FORTALEZA THUNDERHEADLa mayoría de los que estaban fuera de la fortaleza Thunderhead no conocían los detalles de cómo Leryn había sido capturada tan rápidamente y sin derramamiento de sangre. La Alianza de lordgrises tomó el control de todos los activos de la fortaleza Thunderhead, incluyendo unas reservas notables de munición de alta calidad y demás reactivos y equipo alquímico. A pesar de la oferta de amnistía muchos de los líderes de más alto rango de la orden fueron ejecutados junto con sus familias para disuadir a los supervivientes de organizar sediciones. Estos fueron colocados bajo una estrecha vigilancia y puestos a trabajar inmediatamente en proyectos para ayudar al Ejército khadorano. Esto incluía un proyecto iniciado por el komandante Oleg Strakhov para armar a una unidad recién formada con equipamiento especial que les serviría para contrarrestar a los zapadores de Cygnar: serían los primeros komandos de asalto.Más tarde, Leryn caería bajo el control de la Cruzada norteña del Protectorado de Menoth y, durante algún tiempo, Thunderhead se convertiría en el cuartel general del jerarca Severius, durante el cual sería transformado en un templo menita. En este punto los khadoranos ya habían saqueado la mayoría de sus bienes alquímicos.Muchos de los llaeleses que escaparon de Leryn se unieron a la Resistencia llaelesa. Las instalaciones de la orden en Cygnar y en Llael se distanciaron y, durante un tiempo, se volvieron independientes. Muy pronto sus diferentes líderes aceptaron la invitación del rey Baird II de Ord de trasladar sus cuarteles generales a Midfast. La Guardia del crisol se reestructuró por completo para formar una fuerza mercenaria más grande, cohesiva, mejor equipada y mucho más autosuficiente.
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