martes, 20 de noviembre de 2018

MONOGRÁFICO: KROMAC


KROMAC EL VORAZ

Jefe tribal bárbaro, líder de guerra de su gente, pesadilla viviente, comedor de carne humana, asesino de incontables cientos... todos estos epítetos describen a Kromac el voraz. Cuando camina como hombre, el silencio le rodea mientras que los tharns reunidos esperan sus órdenes con la esperanza de matar o morir a su voluntad. Cuando Kromac recurre a la Sierpe para transformarse en una bestia, cosas salvajes oyen sus aullidos y aparecen saltando para obedecerle. Llega desde lo más profundo de las oscuras tierras salvajes no en busca de conquista, sino de matanza y destrucción. Los druidas del Círculo Orboros no le cuentan como uno de ellos y le consideran como una espada que blandir solo a regañadientes, ya que no es fácil envainarla una vez se ha desenfundado.

En el pasado, los tharns fueron humanos. Ahora disfrutan de un vínculo más cercano a la Bestia de todas las formas que cualquier otro mortal que camine por la faz de Caen. Kromac es lo bastante viejo como para haber sido testigo de lo cerca que estuvo su pueblo de la extinción hace tan solo unas décadas. Los morrowanos aseguran que su dios maldijo a los tharns con la infertilidad por la depravación de alimentarse con carne humana. Kromac vio como las mujeres tharns eran incapaces de dar a luz y como su menguante pueblo retrocedía a las profundidades del Bosque del Espino debido a la expansión de los leñadores y las milicias de los humanos, suaves y débiles, cuya única ventaja era su número. Le enfurecía ver a su orgullosa tribu expulsada de sus hogares, forzada a esconderse entre los árboles y evadir a los humanos y a los trollkins que medraban y se multiplicaban mientras su propia raza mermaba.

Estas experiencias de sus primeros días, este asco que sentía incluso antes de poder dilucidar sus razones, son la raíz del odio de Kromac hacia los humanos y los trollkins. De joven vio a su hermana mayor, una feroz rastreadora de sangre que contaba con muchas muertes, morir tiroteada por un puñado de soldados con rifles en el Surcozarza. Lloró su muerte dejándose llevar por una rabia devoradora. Kromac cayó sobre los soldados con un hacha en cada mano y los masacró uno por uno. Aunque se comió la carne de sus huesos no se alimentó de sus corazones, ya que pensaba que hacerlo sería otorgarles un honor demasiado grande. Aún hoy, solo consumirá los corazones de aquellos a los que considere unos enemigos dignos, despreciando a los hombres inferiores como si fuesen carne no merecedora de ser ofrecida a la Devoradora. En las horas más oscuras de la noche, Kromac descendía sobre las aldeas y las ciudades que estaban en el Bosque del Espino para masacrar a todos a los que encontrase. Antes de alcanzar la plena madurez, Kromac ya había acumulado una impresionante colección de trofeos.


Algo diferenciaba a Kromac de los demás tharns, algo más que su derecho de nacimiento como hijo mayor del jefe del tuath Estanque sangriento. El viento le susurraba palabras que solo él podía oír, y los aullidos de los lobos resonaban en su corazón incluso cuando caminaba como hombre. Tomó la senda del chaman y aprendió los ritos de sangre del sacrificio pero, de alguna forma, sabía que le quedaba algo más que aprender. De hecho, Kromac había nacido con el asalvajamiento: la habilidad de ver el mundo natural con los ojos de un túnica negra y poder usar los poderes de la Sierpe de una forma inaudita entre los tharns.

La conexión con la Sierpe que es el derecho de sangre de todos los tharns les otorga el poder de la transformación. Su conexión a la fuente de poder druídica se combinó con estos dones tharns para otorgarle un salvajismo y una fuerza superiores a las de cualquier otro de entre los suyos, pero esto le costó la razón, ya que invocó un tipo de locura salvaje que desbloquea la esencia más primigenia del espíritu depredador.

Kromac entra en la mente-bestia cuando se transforma y se convierte en la muerte que camina, un avatar de la matanza con hachas en sus manos. Cuando Kromac toma la forma de bestia parece que la Sierpe mira a través de él, y solo conoce el hambre y la necesidad de matar.

Krueger, el señor de la tormenta, que era llamado "Padre de las tormentas" por los tharns, fue con Kromac y le enseñó a usar este poder. Kromac nunca entró formalmente en el Círculo Orboros como druida. Su estatus sigue siendo distinto, aunque conoce sus métodos y domina un poder similar al de ellos. Cuando está en su estado sin transformar es reconocido como un rey tharn de gran sabiduría y astucia, así como de un coraje despiadado. Dirige fuerzas que los demás tharns no pueden comprender, siendo capaz de entrar en las mentes de los hombres o de las bestias para desatar la resistencia y la rabia de su depredador interior.

Los enemigos con poderes que son atacados por el suyo propio pierden toda la razón, y su magia queda olvidada en medio de un choque de impulsos primitivos. A su orden, la tierra se abre con una exhalación de aliento cálido y un aullido escalofriante, gimiendo por el ansia de consumir carne y con piedras afiladas y serradas haciendo de dientes. Conoce los ritos de los festines lunares tan a fondo como cualquier chaman tharn, aunque su exposición a los misterios de Orboros mejora su comprensión. El saber que ha obtenido de los druidas ha ayudado a su pueblo y les ha conducido a grandes victorias.

Aunque Kromac no se quedó mucho tiempo recibiendo instrucción de Krueger, este sigue siendo uno de los pocos humanos a los que Kromac respeta de verdad. El Señor de la tormenta volvió con los suyos, aunque se hicieron juramentos y promesas de que no se esfumaría para siempre. El poder único de Kromac pronto atrajo la atención de otra gran druida que, primero, se ganaría su lealtad, y después, la traicionaría.

Sabedor del papel clave que jugó en el fin de la Maldición de los diez males que afligía a su pueblo, Kromac veía a Morvahna, la Hoja otoñal, con una mezcla de asombro, lujuria y un anhelo profundo que le inquietaba. Le parecía la salvación de su raza y una visión inmortal de perfección femenina. Durante años, sirvió a Morvahna como guardaespaldas y sicario, y fue testigo de como su gente recuperaba las fuerzas. Al final, el lado oscuro de ella se reveló cuando sus manipulaciones y su desdén por las vidas de los tharns desilusionó a Kromac, y así pudo verla con una nueva perspectiva. Kromac le dio la espalda a Morvahna y volvió al servicio de su antiguo mentor, quien le dio la bienvenida reconociéndole como un recurso vital. Sin importar a qué túnica negra sirva, Kromac sabe que nació para encarnar la destrucción y la matanza, y tiene mucho trabajo por hacer en los días venideros.


******

KROMAC, CAMPEÓN DE LA SIERPE

El aullido de Kromac es la primera y última nota de un coro de mil bestias indómitas. Los secretos más profundos y primarios del elegido de la Sierpe se revuelven dentro de su sangre. Sus tribus dispersas realizan grandes festines en su honor, ya que le ven como su rey más grande. Le brindan copas hechas a partir de los cráneos de sus víctimas y las llenan con sangre fermentada, mezclada con los corazones y las médulas recogidas de las presas más peligrosas. Se lleva a la batalla a los mejores guerreros de esas tribus y les deja unirse a la carnicería para demostrar su dedicación a la Sierpe. Se le llama Kromac el voraz, Rey de todos los tuaths y Campeón de la Sierpe. Pronto, un día, a través del vínculo de Kromac con la Bestia de todas las formas, las naciones de los hombres caerán.

Durante muchos años, el Rey tharn sirvió a los túnicas negras del Círculo Orboros creyendo que sus metas se ajustaban a las suyas propias. Aunque Kromac sigue respetando a algunos de ellos, ahora rechaza servirles como un inferior y demanda el respecto que se merece. Kromac hizo unas promesas vinculantes a Leñasierpe, el Árbol del destino, como avatar de la Sierpe. Sus lazos con esta entidad sembraron la inquietud entre los druidas de rango más alto, los cuales solo tienen una influencia indirecta sobre las acciones del árbol.

Uno de los planes a largo plazo de Leñasierpe resultó en la batalla de Kromac contra el cacique trollkin Madrak Pielférrea para reclamar el hacha llamada Rathrok, la Rompemundos. En medio de este conflicto Kromac vio a la Sierpe manifestándose en Caen, una revelación bendita. Desde entonces, ha conseguido dominar su forma bestial y ya no necesita volver a su apariencia humana. Camina entre sus tribus como una criatura descomunal que supera en tamaño y fuerza a cualquier otro jefe tribal y, aún así, se guarda sus pensamientos solo para sí mismo. Nadie que le vea puede dudar de que es el verdadero campeón de la Sierpe.

Poderes antiguos guían el destino de Kromac y le han recompensado con un papel crucial en la batalla eterna entre la civilización y lo salvaje. El hacha que lleva ahora es un artefacto poderoso con una historia sangrienta conectada a los ancestros de los tharns. Hace miles de años, el arma se perdió para aquellos leales a la Sierpe en el último choque entre las grandes tribus molgurs y los calacianos. Ahora, ha conseguido volver a aquellos que la usarían para derribar los muros de la humanidad. Kromac se ha responsabilizado de volver a despertar todo el potencial de Rathrok, aunque el hacha requiera a cambio una marea interminable de sangre derramada.

******

GHETORIX

La sed de sangre y el hambre de violencia de Ghetorix son legendarios entre los brutales tuaths de los tharns. La mera visión de la descomunal bestia luchando al lado de Kromac el voraz inspira el mismo terror abyecto en los corazones de sus enemigos como el que sentían sus ancestros cuando temblaban en presencia de las hordas de los molgurs. Su grito de guerra aullado pone de punta los pelos de sus rivales, y quiebra sus espíritus incluso antes de que su hacha y sus dientes muerdan carne. El ansia de sangre de Ghetorix solo se sacia cuando está sumergido hasta las rodillas en las entrañas de los caídos y de sus mandíbulas gotea sangre.

Hace tiempo, Ghetorix era el rey de un tuath de tharns. Él y su tribu se mostraron desafiantes cuando Morvahna, la Hoja otoñal, hizo un llamamiento a las armas para todos los guerreros cuando Kromac le ofrecía sus servicios. Para traerlos al orden, Morvahna soltó a Kromac para que subyugase a su tribu, y los dos chocaron hacha contra hacha en combate personal, cada uno de ellos canalizando a la Sierpe Devoradora. Desgarrándose mutuamente con hachas y dientes, la larga batalla dejó a ambos tharns salvajemente heridos, pero solo podía haber un ganador. Al final, Kromac emergió victorioso y arrastró a Ghetorix ante Morvahna para enfrentarse a su terrible juicio.

Morvahna vio en Ghetorix una conexión primaria que podía aprovechar para crear un arma de gran poder, y el castigo que eligió fue obligar al orgulloso rey a beber el elixir de los lupinos. Desde hace mucho tiempo atrás, los druidas han evitado usar a tharns en estos ritos ya que que su conexión innata con la Sierpe combinada con los efectos del brebaje invitaban al desastre. Quizás para probar la convicción de Kromac, Morvahna le invitó a contemplar cómo rompía la mente de Ghetorix y le transformaba en uno de los lupinos más fieros que jamás haya visto el Círculo.

Ghetorix se liberó para masacrar a los miembros de su propia tribu, incluyendo a su mujer e hijos, empezando una serie enloquecida de carnicerías que escalaban aún más con la luna llena de Calder. Ghetorix abrió un camino ensangrentado a través del bosque, destruyendo en su locura a varias aldeas leales a los túnicas negras. Kromac le intentó cazar durante semanas y, finalmente, le sometió una vez más, imponiendo su tremenda voluntad para traer a la criatura de vuelta del borde de un abismo mental. Así nació un vínculo de honor y respeto entre los dos, y Ghetorix obedece a Kromac como no lo hará con nadie más. Sin embargo, la mente del jefe tribal transformado sigue estando rota y trastornada, y sus tristes aullidos parecen dar a entender que en cada batalla revive la tragedia que hace tiempo trajo sobre su pueblo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario