Madrak 2
Madrak 3
Campeones Trollkins
Skaldi 1
Hojasfenns Trollkins
Oficial y Tamborilero de los Hojasfenns Trollkins
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MADRAK PIELFÉRREA, CACIQUE DEL ESPINO
Madrak Pielférrea ha resultado ser un líder realmente bueno para su pueblo. Liderar en tiempos de paz es fácil pero Madrak ha superado recientemente muchas pruebas y tribulaciones. Su vida se ha oscurecido por presagios negros que aplastarían el espíritu de un jefe menor. Madrak sigue luchando y conserva la esperanza de llevar a su pueblo a una vida mejor.
A pesar de nacer como un hechicero albino, Madrak se ganó de joven un nombre al derrotar a sus compañeros en lo alto de la plataforma de duelos kuor. El intrépido joven trollkin también se llevó al límite, explorando el ominoso Bosque del Espino hasta que, un día, una banda de tharns le emboscó. Superado en número y sin ninguna esperanza, desenfundó su arma y gritó el grito de guerra de su kriel. En este momento fatal, el aire se partió en dos por el destello de un relámpago y el chisporroteo de un trueno. Los extraños rescatadores eran humanos dirigidos por un joven que llevaba el Cisne en sus ropas. Al volver con su kriel, Madrak celebró un festín con el chico y evocó la tradición de la ceremonia kulgat, la cual les convertía en hermanos de sangre para toda la vida. Décadas más tarde, este chaval se convertiría en el rey Leto, el dirigente de Cygnar, al mismo tiempo que Madrak se convertía en el cacique de su tribu.
Al final, las guerras de los humanos se extendieron por todo el Bosque del Espino y otros lugares remotos habitados por los kriels. Madrak no podía abandonar a los refugiados que llegaron a él en busca de ayuda y, enseguida, se encontró siendo el responsable de un apabullante número de kriels. Cuando un ejército de muertos cryxianos barrió la región sin ningún pudor, matando a todo lo que se encontraba en su camino, se vio forzado a abrazar una solución desesperada.
Madrak emprendió un peregrinaje hasta un kuor especial que servía como lugar de descanso de un arma ancestral: el hacha Rathrok, o "Rompemundos", antaño llevada por Horfar Grimmr de los molgur. Las leyendas proclamaban que este arma era tan poderosa que blandirla infligiría una terrible maldición sobre el mundo, proclamaría el fin de los días y desataría a la Sierpe Devoradora. Sabedor de que su pueblo se enfrentaba a la aniquilación a manos de los implacables horrores del Imperio pesadilla, Pielférrea tomó el arma para utilizarla contra la oscuridad invasora.
Incluso con el poder de Rathrok, Madrak perdía terreno poco a poco contra su incansable enemigo. Desesperado, el jefe pidió una audiencia con su hermano de sangre cygnariano y negoció lo que pensaba que sería la salvación de su pueblo. Aunque los kriels consiguieron un hogar temporal en unas tierras que no se utilizaban, al final resultó que su migración les puso justo delante de los invasores skornes.
Cuando Madrak volvió con el rey Leto para demandar las tierras seguras que le habían sido prometidas, Leto proclamó que estaba en el punto de mira de sus propios nobles y solo ofreció excusas. Mientras volvía con los suyos con las manos vacías, Madrak apenas logró sobrevivir a un feroz intento de asesinato perpetrado por sus antiguos aliados, los druidas de túnicas negras, ayudados por un traidor de su propio kin de confianza. Solo pudo salvar su vida gracias a la intervención de Hoarluk Moldearuina. Tras el ataque, Madrak juró unirse a Moldearuina para construir un lugar seguro para los kriels, aunque eso desatase un río de sangre y propiciase el destino de Rompemundos.
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MADRAK PIELFÉRREA, ROMPEMUNDOS
Durante cierto tiempo, las preocupaciones sobre el destino de su pueblo nómada ocuparon toda la atención de Madrak, y su disposición provisional sigue siendo una carga para él. Sin embargo, pronto, esta inquietud se vio eclipsada por dificultades de una naturaleza más ominosa. A medida que Madrak combatía usando a Rathrok, algo que dormía en lo más profundo del arma fue despertando. Dominar el destino de uno mismo resultó ser más difícil de lo que Pielférrea jamás se había imaginado.
Llevando a Rathrok mientras su poder estaba empezando a despertar, un tiempo de perros parecía perseguir a Madrak. Las tormentas se convertían en torrentes y los vientos se convertían en galernas. El gran jefe sufría visiones que sabía que no eran reales. Si caminaba junto a un prado veraniego, él veía un antiguo campo de batalla sembrado de cadáveres y lleno de estandartes rasgados de tribus y naciones ya olvidadas. Allí por donde iba se le aparecían las cicatrices de la guerra y, en respuesta, su sangre bullía con un peculiar deseo de luchar.
El aumento del poder de Madrak le trajo una victoria tras otra en los combates, pero no encontraba la paz ni la calma. Al estar maldito, no era capaz de encontrar solaz ni en los brazos de su compañera ni al ver a un joven trollkin. Por todas partes veía los signos de los conflictos futuros y pasados, y sentía el tirón de una llamada antigua y sedienta de sangre. Los guerreros que le rodeaban eran diferentes de aquellos que le acompañaban antes de padecer esta carga: sus semblantes eran más oscuros, sus temperamentos, más fieros, y tenían más ganas de matar y entregar sus vidas por la causa. Los amigos que una vez confiaron en él con sus vidas empezaron a mirarle con miedo e incertidumbre.
Madrak ha intentado librarse de Rathrok muchas veces, pero al final se resignó al hecho de que no podía dejarla sencillamente a un lado. Incontables veces la ha encerrado bajo llave solo para aparecer en su mano cuando se acercaba una batalla. Pidió a los mejores herreros de su pueblo que la destruyeran pero ni siquiera pudieron dañar sus cintas de cuero. Se negaba a liberarle. Madrak empezó a creer que las visiones y los impulsos que sentía eran una señal de que Horfar Grimmr usaba el hacha desde más allá de la tumba para influenciar sus decisiones.
Durante este periodo, los seguidores de Pielférrea seguían gritando su nombre y ensalzando su fuerza y sabiduría, pero otros extendían advertencias. A muchos kriels les siguen dando miedo las tormentas que le siguen allí por donde pasa. Por algo a Madrak (y no a su hacha) se le llama ahora "el Rompemundos".
Llevando a Rathrok mientras su poder estaba empezando a despertar, un tiempo de perros parecía perseguir a Madrak. Las tormentas se convertían en torrentes y los vientos se convertían en galernas. El gran jefe sufría visiones que sabía que no eran reales. Si caminaba junto a un prado veraniego, él veía un antiguo campo de batalla sembrado de cadáveres y lleno de estandartes rasgados de tribus y naciones ya olvidadas. Allí por donde iba se le aparecían las cicatrices de la guerra y, en respuesta, su sangre bullía con un peculiar deseo de luchar.
El aumento del poder de Madrak le trajo una victoria tras otra en los combates, pero no encontraba la paz ni la calma. Al estar maldito, no era capaz de encontrar solaz ni en los brazos de su compañera ni al ver a un joven trollkin. Por todas partes veía los signos de los conflictos futuros y pasados, y sentía el tirón de una llamada antigua y sedienta de sangre. Los guerreros que le rodeaban eran diferentes de aquellos que le acompañaban antes de padecer esta carga: sus semblantes eran más oscuros, sus temperamentos, más fieros, y tenían más ganas de matar y entregar sus vidas por la causa. Los amigos que una vez confiaron en él con sus vidas empezaron a mirarle con miedo e incertidumbre.
Madrak ha intentado librarse de Rathrok muchas veces, pero al final se resignó al hecho de que no podía dejarla sencillamente a un lado. Incontables veces la ha encerrado bajo llave solo para aparecer en su mano cuando se acercaba una batalla. Pidió a los mejores herreros de su pueblo que la destruyeran pero ni siquiera pudieron dañar sus cintas de cuero. Se negaba a liberarle. Madrak empezó a creer que las visiones y los impulsos que sentía eran una señal de que Horfar Grimmr usaba el hacha desde más allá de la tumba para influenciar sus decisiones.
Durante este periodo, los seguidores de Pielférrea seguían gritando su nombre y ensalzando su fuerza y sabiduría, pero otros extendían advertencias. A muchos kriels les siguen dando miedo las tormentas que le siguen allí por donde pasa. Por algo a Madrak (y no a su hacha) se le llama ahora "el Rompemundos".
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MADRAK, GRAN CACIQUE
Madrak Pielférrea ha dedicado su vida a guiar a los Kriels Unidos a través de una historia cargada de sufrimiento y traiciones. Hasta hace poco, Madrak llevaba el hacha maldita Rathrok la Rompemundos, la cual tomó por desesperación esperando poder usar su poder para salvar a su pueblo de la destrucción inminente. Libre de la carga de esa arma antigua, Madrak volvió con aquellos que le eran leales y recuperó el manto de líder, prestando su fuerza a su gente y apoyándose en la suya a cambio.
La batalla de Petrasangre en el 609 AR casi destruyó el pueblo de Madrak a pesar de las defensas que habían construido para proteger su aldea situada en el desierto, al sur de los Picos Iosanos. Sin embargo, Madrak se alzó triunfante utilizando el poder de Rathrok y rindiéndose por fin al arma. Esta desgarradora elección casi trajo a la Sierpe Devoradora al mundo, pero también liberó a Madrak de su carga. Al acabar este batalla, y no viendo nada para ellos en el oeste, Madrak llevó a su pueblo en un largo peregrinaje hacia el sureste en busca de un nuevo hogar. En las tierras de Alchiere, Madrak busca reconciliar las antiguas tradiciones trollkins con una fuerza armada moderna y disciplinada.
Los kriels emigrantes trajeron muchas reliquias de su pasado a estas nuevas tierras. Entre ellas está el Escudo de Volarr, que una vez protegió al legendario guerrero tolok Grindar. Aunque se creía perdido en una batalla contra los orgoth, ahora Madrak Pielférrea lleva este artefacto que simboliza su camino como líder que ha dejado atrás su pasado para afrontar el futuro. Escudo en mano, se alza como un baluarte contra aquellos que amenacen a los kriels en su nuevo hogar.
Alchiere ya ha dado problemas a los trollkins, y las amenazas del viejo mundo han sido reemplazadas por otras propias del nuevo. Bestias astutas y tribus indígenas de las junglas se han enfrentado con Madrak y su pueblo mientras luchaban por construir un nuevo hogar para los suyos. Ahora, asentado con su compañera Kargess y su joven hijo Dag, Madrak espera tener la oportunidad de preservar un legado duradero para su kith y kriels.
La batalla de Petrasangre en el 609 AR casi destruyó el pueblo de Madrak a pesar de las defensas que habían construido para proteger su aldea situada en el desierto, al sur de los Picos Iosanos. Sin embargo, Madrak se alzó triunfante utilizando el poder de Rathrok y rindiéndose por fin al arma. Esta desgarradora elección casi trajo a la Sierpe Devoradora al mundo, pero también liberó a Madrak de su carga. Al acabar este batalla, y no viendo nada para ellos en el oeste, Madrak llevó a su pueblo en un largo peregrinaje hacia el sureste en busca de un nuevo hogar. En las tierras de Alchiere, Madrak busca reconciliar las antiguas tradiciones trollkins con una fuerza armada moderna y disciplinada.
Los kriels emigrantes trajeron muchas reliquias de su pasado a estas nuevas tierras. Entre ellas está el Escudo de Volarr, que una vez protegió al legendario guerrero tolok Grindar. Aunque se creía perdido en una batalla contra los orgoth, ahora Madrak Pielférrea lleva este artefacto que simboliza su camino como líder que ha dejado atrás su pasado para afrontar el futuro. Escudo en mano, se alza como un baluarte contra aquellos que amenacen a los kriels en su nuevo hogar.
Alchiere ya ha dado problemas a los trollkins, y las amenazas del viejo mundo han sido reemplazadas por otras propias del nuevo. Bestias astutas y tribus indígenas de las junglas se han enfrentado con Madrak y su pueblo mientras luchaban por construir un nuevo hogar para los suyos. Ahora, asentado con su compañera Kargess y su joven hijo Dag, Madrak espera tener la oportunidad de preservar un legado duradero para su kith y kriels.
gracias zagales por el aporte de las cartas ....enormes!!! os siguo de hace mucho adelante !!
ResponderEliminar¡Gracias a ti por seguirme y apoyarme, Nicolás!
EliminarMuy bueno!! Como hijo de Dhunia que soy, mil Gracias.
ResponderEliminar¡¡Ahora esperando a que el trasfondo avance y Dag pueda ayudar a su padre!!
Pues no sé cuantos años tendrá ya Dag, o la velocidad a la que se desarrollan los trollkins... Sería divertido verle como personaje, aunque no llegue aún a ser un brujo.
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