miércoles, 11 de septiembre de 2019

ATADO EN LA SOMBRA


- Tan frágil... - dijo Agathia, apretando más la garganta del druida.

Se produjo un chasquido satisfactorio y el cuerpo vestido de negro cayó inerte al suelo del pasadizo subterráneo, levantando una nube de polvo que se depositó entre los huesos de los muertos. Su alma soltó un grito de terror al ser arrastrada al interior de una de las jaulas decoradas que colgaban de la cintura de ella. Hasta ahora, la presencia del Círculo Orboros había sido mínima, y los pocos guardianes que se había encontrado no estaban preparados para enfrentarse a alguien con sus capacidades. Sin embargo, los druidas tenían por norma trabajar en equipos, y seguro que había más cerca. El Círculo valoraba estas ruinas como lugar de poder y Agathia sabía que su territorialidad podía ser feroz.

La bruja ruina se quedó mirando al cadáver con los ojos brillando. Sus rasgos eran hermosos y delgados, como esquirlas de cristal decorado: un reflejo de su mente rota y peligrosa. Una de sus manos descansaba en el mago de la guadaña que estaba apoyaba sobre sus finos hombros, cuya hoja cerca casi tocaba el techo bajo, y tenía una larga cadena de la que colgaban un par de jaulas de almas envuelta en su brazo.

La forma mecánika de un Deathripper holgazaneaba a su lado, con su horno de necrotita lanzando un brillo verdoso sobre el túnel y cubriendo los huesos con sombras titilantes. El bonejack repiqueteó con sus garras e inclinó su cabeza para mirar a Agathia. Aunque el chasis de máquina había sido forjado hace poco en los necrofactoriums de Skell, su córtex era antiguo y había llegado a apreciar su instinto. Sus talentos de warcaster le permitían mantener una conexión mental con el jack y notaba sus ganas de seguir adelante. Alargó una mano y rozó su cabeza esquelética con las afiladas garras de su guantelete, provocando algo parecido a un ronroneo metálico.

En lo más profundo del complejo, un monumento dedicado a las fuerzas de la muerte cantó. Hasta hacía poco, Agathia había estado prisionera en el vacío, un lugar oscuro entre mundos que no albergaba ni vida ni auténtica muerte, y era muy sensible a la llamada de la parca. El poder imbuido en las ruinas que la rodeaban le recordaba al vacío, lo que provocó que un escalofrío de placer recorriera su columna vertebral. En una cámara que ni siquiera los druidas sabía que existía, encontraría lo que deseaba el lord liche Tenebrous. Estaba segura. Había enviado a uno de sus sirvientes incorpóreos para despejar el camino.

Sonaron unos disparos amortiguados en lo más profundo del túnel y, un momento después, emergió delante de ella una figura fantasmal que flotaba en el aire. Un revólver descansaban en cada una de sus manos esqueléticas. En vida, el espectro había sido uno de los mejores pistoleros de las islas Scharde. En la muerte, estaba atado a su voluntad.

- ¿Se acabó? - preguntó Agathia.

El espectro asintió. - Les di a la mayoría justo entre los ojos, - dijo, dándose unos golpecitos en la frente con el cañón de una de las pistolas. Incluso el más ruin de los muertos tenía sus vicios, y el espectro nunca se cansaba de disparar a los vivos.

- Espérame arriba, - ordenó Agathia. El espectro volvió a asentir y atravesó flotando el techo de piedra como si no estuviese allí. Sintió su fuerza vital moviéndose para unirse a los dos helljacks que había dejado al nivel del suelo, ya que sus dos formas gigantescas eran demasiado grandes para los estrechos pasadizos subterráneos.

El túnel se abría a una habitación grande con un altar escalonado en su centro, y Agathia reconoció la influencia de los orgoths en las caras retorcidas de mármol negro que adornaban tanto el santuario como los peldaños. Sin embargo, este lugar se había nutrido de aquellos invasores, habiendo sido construido para realizar sacrificios de sangre mucho antes de se empezase a registrar la historia.

Un constructo humanoide construido con piedra y madera, lo que los druidas llamaba un wold, se alzaba a medio terminar entre los cadáveres de sus creadores, los druidas asesinados por el espectro pistolero. Fuera cual fuese el poder que había atraído a los orgoths a este lugar también había convocado al Círculo Orboros, y por toda la cámara había indicios de la magia de sangre utilizada para dar vida a estos grandes constructos.

Los lores liches del Padre Dragón habían obtenido mucho conocimiento de sitios como este después de que los orgoths hubiesen sido expulsados del continente. No resultaba sorprendente que el lord liche Tenebrous la hubiese mandado aquí siguiendo apenas unos rumores sobre un tomo ancestral y casi olvidado, un libro del que se decía entre susurros que detallaba una sabiduría esotérica orgoth que no podía encontrarse en ningún otro lugar.

Recorrió con sus manos los muros exteriores y dejó que los horrores dormidos de este sitio llenasen su mente, hasta llegar adonde la energía era más fuerte. Unas runas luminosas aparecieron delante de su mano extendida, y la figura metálica del Deathripper se desvaneció y se volvió incorpórea, al igual que el espectro. Una orden mental mandó al bonejack a través del muro. Echando una última mirada al altar, se lanzó el hechizo sobre sí misma y le siguió.

Estanterías con tomos mohosos y tarros que contenían fluidos variados se alineaban pegados a las paredes de la cámara oculta. La luz verde del motor de necrotita del bonejack arrojaba sombras sobre un podio colocado contra el muro más lejano y, allí, Agathia vio lo que le habían mandado recuperar.

Cubierto por un siglo de polvo, el libro era tal y como el lord liche Tenebrous había descrito: grande, con cubiertas de cuero inscritas con sellos desconocidos y envuelto en cadenas aseguradas por un cerrojo de hierro negro. Agathia cruzó la habitación y acarició el tomo. Sintió el poder que sellaba sus páginas y supo que se requeriría una cantidad importante de tiempo y esfuerzo abrirlo sin dañar su contenido. La magia oscura de los lores liches nacía de reliquias ancestrales como esta, y la empleaban para respaldar a los ejércitos de Cryx como parte de su misión eterna de devolver la plenitud al Padre Dragón, destruyendo a cualquier mortal que se interpusiera en su camino.

En cuanto levantó el libro de su lugar de descanso, una punzada de alarma proveniente de sus helljacks atravesó su mente. Arriba, habían llegado fuerzas del Círculo Orboros. Se ajustó las cadenas del tomo para que colgase de su cintura y ascendió hacia la refriega.

******

La luna se alzaba pálida sobre el anillo de obeliscos de Piedra Nueve, donde rugía la batalla. Entre las rocas más antiguas yacían los fragmentos rotos de los guardianes originales del sitio, destruidos por los jacks de Agathia. Los disparos del espectro atravesaban la noche, retumbando por encima del zumbido de los motores de necrotita. Unas figuras encapuchadas (quizás una docena en total) corrían a toda velocidad entre las enormes piedras, lanzando algún rayo ocasional de poder elemental antes de volver a ponerse a cubierto.

Entre los sonidos de la batalla se alzaban los aullidos de una gran bestia que había salido de las tierras salvajes para acabar con aquellos que se atrevían a invadir los territorios del Círculo. La forma musculosa de un lupino feral saltaba de una piedra a otra, evitando los disparos del espectro pistolero y buscando un ángulo desde el cual atacar. La criatura se movía con una velocidad asombrosa, con sus músculos retorciéndose y la baba cayendo de sus fauces al morder el aire nocturno. Se oían los aullidos de otras criaturas aproximándose en la distancia.

A su orden mental, el Slayer y el Reaper retrocedieron para escudarla de una ráfaga de hechizos con sus cuerpos de hierro. El aire restalló a causa de la energía cuando unos rayos arcanos surcaron el aire, sacudiendo a los helljacks con cada impacto. Al haber perdido el factor sorpresa, la fuerza que ahora rodeaba a Agathia representaba el límite de lo que podía manejar. Si huía, el lupino la alcanzaría, incluso a pesar de sus notables talentos arcanos. No, debía luchar para escapar. No negaría su premio a lord Tenebrous.

Inspeccionó los alrededores a través de los ojos de su Slayer y localizó a un grupo de druidas apiñados detrás de un muro bajo. Con un orden mental, ordenó a su Deathripper que se acercase a su posición. Su horno de necrotita brilló con un fuego verde cuando aceleró de repente y se alejó corriendo de su lado, esquivando la lluvia de energía arcana que le lanzaban mientras se dirigía hacia el muro.

Unas runas de hechizo aparecieron brillando, y el alma que Agathia había reclamado del druida cuando estaban en el subterráneo se convirtió en humo y desapareció, consumida para potenciar su magia. Lanzó su hechizo a través del arco nodo de su bonejack, el cual brilló con una luz intensa al incrementar el alcance del conjuro. En el instante siguiente, los enemigos de detrás del muro estaban envueltos en llamas, llenando la noche con gritos de agonía antes de derrumbarse en un montón de cenizas.

Un aullido resonó por todas las piedras erguidas, y el lupino saltó hacia su Slayer. Se produjo un estruendo tremendo cuando la bestia derribó al helljack de seis toneladas de peso. Bestia y máquina rodaron en un revoltijo de gruñidos, vapor liberado y garras afiladas. Otro grupo de runas destelló ante Agathia y se desvaneció justo a tiempo para evitar ser aplastada, solo para reaparecer un instante después a varios metros de distancia.

Al darse cuenta de que estaba expuesta, los druidas salieron de su cobertura y corrieron para aprovechar su ventaja. El Reaper de Agathia disparó su cañón de arpones y ensartó a uno de ellos en el estómago. Mientras jalaba al cadáver, los druidas restantes llegaron hasta ella, preparados para matar a la bruja ruina en combate cuerpo a cuerpo.

Agathia levantó la guadaña de sus hombros y la hizo girar a su alrededor en un arco amplio. El arma cortó a la líder en la cara, arrancando la barbilla de la mujer y tirándola sobre el suelo, regando la tierra con su sangre. El alma de la druida se alzó en medio del aire, y Agathia canalizó su esencia para lanzar un hechizo que desató una magia parasitaria que drenaba las energías de los druidas restantes a la vez que creaba una capa de oscuridad protectora a su alrededor.

Se lanzó de frente contra los druidas, girando sobre sí misma mientras les partía con su guadaña como si fuese una picadora de carne. Las comisuras de sus labios se retorcían hacia arriba a causa de la desesperación palpable de los supervivientes, horrorizados porque había usado el alma de su camarada. Un voulge penetró su guardia y le golpeó en la cadera, cerca de donde colgaba el tomo orgoth, pero la oscuridad que la rodeaba mitigó el impacto y contraatacó con todas sus fuerzas. Su guadaña partió a uno de ellos desde la ingle hasta el esternón. Luego, invirtió la dirección del ataque y pilló a un segundo druida en el arco descendente.

Podía sentir a su Slayer forcejeando con el lupino a través de su conexión mental con la máquina. El brazo derecho derecho del helljack colgaba inerte de una única varilla, y los pistones y los servos de la máquina se estaban forzando al límite para mantener a raya al asaltante. Este conectó un golpe tras otro, aplastando la placa facial del Slayer antes de arrojarlo a un lado. El lazo mental de Agathia con el jack se cortó violentamente cuando su córtex resultó obliterado bajo el asalto. La bestia soltó un gran aullido creciente, deleitándose sobre el chasis inerte del Slayer. En el momento siguiente, el lupino fijó su mirada sobre Agathia y se lanzó a toda velocidad a por ella.

Instintivamente, se teletransportó detrás de la bestia, dejando que aterrizara justo donde había estado. Su instinto fue ordenar a su Reaper que se colocara entre ella y el lupino, pero lo más probable es que perder al segundo helljack fuese desastroso.

La bestia dio un brinco, se irguió y le enseñó los dientes, con los ojos brillando por la rabia. Cargó y Agathia huyó, gritando a su espectro pistolero: - ¡encárgate de esos místicos!

Se reanudó el estallido de los disparos cuando el espectro apuntó a los druidas expuestos y envió a dos de ellos al suelo sujetándose sus heridas, pero los demás continuaron con su asalto. Sin el elemento sorpresa que había tenido en los túneles, el espectro pistolero era vulnerable. Su forma incorpórea no le otorgaba ninguna ventaja contra la magia elemental de las armas de los druidas. Giró sobre sí mismo cuando un rayo arcano le alcanzó en el hombro y, en el instante siguiente, un voulge se estampó contra él, finiquitándolo. El espectro había sido un sirviente de confianza pero su sacrificio era necesario.

El lupino se acercó a apenas unos metros de Agathia y el mundo se ralentizó hasta moverse a cámara lenta mientras la bestia convertía su inercia en el inicio de un salto. Obligándose a ignorar las garras que se alargaban hacia su espalda, Agathia tomó el control directo del Reaper y disparó su arpón, ya recargado, al lupino. Vio como el proyectil volaba y atravesaba la forma del lupino en medio del aire, liberando un chorro de niebla roja y cálida. Sonidos guturales de dolor y rabia salían de la bestia mientras era arrastrada, retorciéndose y luchando, hasta los pies del Reaper. El pistón infernal del jack le golpeó de arriba a abajo, varias veces y con decisión. La batalla había terminado.

Los druidas restantes huyeron y Agathia lanzó un hechizo hacia el más cercano, consumiéndole entre llamas. Consideró el cazarles, pero decidió no hacerlo. Tenían otros aliados cerca y no arriesgaría el libro que Tenebrous le había mandado tomar. Miró hacia abajo, adonde colgaba de su cintura, y sonrió. No esperaban que volviera a Skell hasta dentro de cierto tiempo y tenía mucho por aprender.

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